Transantiago

El Transantiago

Santiago, mi ciudad tenía un sistema de transporte caótico, bullicioso y contaminante, compuesto por innumerables recorridos de micros amarillas que trasladaban pasajeros de unextremo a otro de la capital. Este sistema remuneraba a los choferes por boleto cortado, lo que implicaba una feroz competencia y alocadas carreras por ganar un pasajero. La frecuencia de losrecorridos se regulaba mediante la participación de unos singulares personajes denominado “sapos “.
Esta descripción parece dar cuenta de una absoluta anarquía en la planificación y funcionamiento deltransporte público. Sin embargo y aunque parezca increíble, de algún modo este sistema funcionaba. Digo esto, porque pese al evidente desorden y congestión de calles y avenidas repletas de anticuadasmicros, la gente podía trasladarse de un lugar a otro sin mayores problemas, encontrando locomoción cerca de su casa y hasta su destino. Por cierto, este medio de transporte representaba un bajocosto para el usuario.
Nadie discute que el sistema de locomoción colectiva requería sustanciales modificaciones para mejorar su calidad y asimilarlo a aquellos utilizados en ciudades más modernas yde países desarrollados.
Para tal efecto nuestras autoridades asesoradas por “ expertos “ en este tema, diseñaron el Transantiago que convertiría a nuestra ciudad en una de las más modernas deLatinoamérica, brindándonos un transporte público seguro, eficiente, rápido, cómodo, etc…
Desafortunadamente, como tantas cosas en este pequeño y lejano país, este sistema fue mal diseñado yplanificado, y se puso en marcha antes de tiempo, puesto que existían numerosas señales que presagiaban un turbulento porvenir.
A pesar que no soy un usuario del Transantiago observo la realidad, y me doycuenta que su inadecuada planificación ha generado un terrible trastorno en la vida de muchos conciudadanos, y como suele ocurrir, especialmente para aquellos de menores recursos. La gente debe...