TRATADO DE LIBRE COMERCIO
Alberto Parra, S. J., Eltiempo.com, Bogotá, febrero 16 de 2008
Época de marchas, la que pasó y la que viene, por el derecho de existir sin violentos, secuestradoresni exterminadores. Hay que destacar también la marcha del campesinado mexicano por el derecho a la subsistencia alimentaria, en una nación tan parecida a la nuestra, que suscribió hace ya buenos añosun tratado comercial con sus vecinos del norte. "¿Qué me dejó tu amor? Pesares, pesares...". Eso no lo cantan, lo lloran los campesinos mexicanos con relación a un tratado de libre comercio, queahora llega a la etapa prevista de desgravación plena de productos agrícolas. Con ello, las tortillas mexicanas de maíz mexicano y los moles mexicanos dejarán de ser mexicanos y las predicciones,tildadasantes de apocalípticas, dejarán de ser predicciones para revelarse como la cruda realidad de los tratados. En efecto, la abundante y bien subsidiada agroindustria de los países ricos resultadesproporcionada en sus dotaciones iniciales frente a los precarios sistemas de siembra, recolección, manufacturación y empaque en los conglomerados secularmente marginados y jamás subsidiados. La equidad enlas dotaciones iniciales, que aseguren una competencia real en el intercambio agrícola, no puede suponerse entre ricos y pobres, pese a los descomunales esfuerzos que por educación, tecnología,desarrollo de infraestructura y programas sanitarios y fitosanitarios tienen que realizar los países y conglomerados marginales, con toda la ingente inversión que ello supone.
Al tiempo que losconglomerados pobres abren de par en par sus puertas y sus puertos a la gran producción de servicios, bienes y capitales del mundo rico, estos imponen toda traba posible a la presencia real en sus mercados delos productos, bienes y servicios del inmenso mundo de países marginales, a los que se les advierte paradójicamente que su única posibilidad de supervivencia reside en el mercado internacional.
La...
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