Tratado Segundo Del Lazarillo De Tormes

Páginas: 20 (4846 palabras) Publicado: 25 de septiembre de 2011
TRATADO SEGUNDO
Como Lázaro se asentó con un clérigo, y de las cosas que con él pasó
Otro día, no pareciéndome estar allí seguro, fuime a un lugar que llaman Maqueda, adonde me 
toparon mis pecados con un clérigo que, llegando a pedir limosna, me preguntó si sabía ayudar a 
misa. Yo dije que sí, como era verdad; que, aunque maltratado, mil cosas buenas me mostró el 
pecador del ciego, y unadellas fue esta. Finalmente, el clérigo me recibió por suyo. Escapé del 
trueno y di en el relámpago, porque era el ciego para con éste un Alejandro Magno, con ser la 
mesma avaricia, como he contado. No digo mas sino que toda la laceria del mundo estaba 
encerrada en éste. No sé si de su cosecha era, o lo había anexado con el hábito de clerecía.
Él tenía un arcaz viejo y cerrado con su llave,la cual traía atada con un agujeta del paletoque, y en 
viniendo el bodigo de la iglesia, por su mano era luego allí lanzado, y tornada a cerrar el arca. Y en 
toda la casa no había ninguna cosa de comer, como suele estar en otras; algún tocino colgado al 
humero, algún queso puesto en alguna tabla o en el armario, algún canastillo con algunos pedazos de 
pan que de la mesa sobran; que meparece a mí que aunque dello no me aprovechara, con la vista 
dello me consolara. Solamente había una horca de cebollas, y tras la llave en una cámara en lo alto 
de la casa. Destas tenía yo de ración una para cada cuatro días; y cuando le pedía la llave para ir 
por ella, si alguno estaba presente, echaba mano al falsopeto y con gran continencia la desataba y 
me la daba diciendo: “Toma, yvuélvela luego, y no hagáis sino golosinar”, como si debajo della 
estuvieran todas las conservas de Valencia, con no haber en la dicha cámara, como dije, maldita la 
otra cosa que las cebollas colgadas de un clavo, las cuales él tenía tan bien por cuenta, que si por 
malos de mis pecados me desmandara a más de mi tasa, me costara caro. Finalmente, yo me finaba 
de hambre. Pues, ya que conmigo teníapoca caridad, consigo usaba más. Cinco blancas de carne 
era su ordinario para comer y cenar. Verdad es que partía conmigo del caldo, que de la carne, ¡tan 
blanco el ojo!, sino un poco de pan, y ¡pluguiera a Dios que me demediara! Los sábados cómense 
en esta tierra cabezas de carnero, y enviábame por una que costaba tres maravedís. Aquélla le cocía 
y comía los ojos y la lengua y el cogotey sesos y la carne que en las quijadas tenía, y dábame todos 
los huesos roídos, y dábamelos en el plato, diciendo: “Toma, come, triunfa, que para ti es el mundo. 
Mejor vida tienes que el Papa”. “¡Tal te la dé Dios!”, decía yo paso entre mi.
Al cabo de tres semanas que estuve con él, vine a tanta flaqueza que no me podía tener en las 
piernas de pura hambre. Vime claramente ir a la sepultura,si Dios y mi saber no lo remediaran. Para 
usar de mis mañas no tenía aparejo, por no tener en que dalle salto; y aunque algo hubiera, no podía 
cegalle, como hacía al que Dios perdone, si de aquella calabazada feneció, que todavía, aunque 
astuto, con faltalle aquel preciado sentido no me sentía; mas estotro, ninguno hay que tan aguda vista 
tuviese como él tenía. Cuando al ofertorioestábamos, ninguna blanca en la concha caía que no era 
dél registrada: el un ojo tenía en la gente y el otro en mis manos. Bailábanle los ojos en el casco 
como si fueran de azogue. Cuantas blancas ofrecían tenía por cuenta; y acabado el ofrecer, luego 
me quitaba la concheta y la ponía sobre el altar. No era yo señor de asirle una blanca todo el tiempo 
que con él viví o, por mejor decir, morí. Dela taberna nunca le traje una blanca de vino, mas aquel 
poco que de la ofrenda había metido en su arcaz compasaba de tal forma que le duraba toda la 
semana, y por ocultar su gran mezquindad decíame: “Mira, mozo, los sacerdotes han de ser muy 
templados en su comer y beber y por esto yo no me desmando como otros.”
Mas el lacerado mentía falsamente, porque en cofradías y mortuorios que...
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