Travesuras y venganzas en el mundial méxico 86
Nota del 1 del 7 de 1998. ERNESTO JAURETCHE
Yo pertenezco al pequeño grupo de felices mortales que disfrutó el fenómeno Maradona en su cenit, enel Mundial de México 1986. Hay quienes sostienen que ese es motivo culto, pero siempre me he negado a recibir ofrendas por tan casual obra del destino: estaba exiliado en México, como unos cuantosargentinos perseguidos por la teoría de los dos demonios imaginada por Ernesto Sabato y aplicada por Alfonsín. El recuerdo, sin embargo, sigue llenándome de emoción y de un orgullo rayano en elchauvinismo.
Aquel fue un Mundial muy difícil, si tomamos como medida que todos lo son. Desde los primeros partidos fue evidente que no contábamos con la simpatía de la mayoría de los mexicanos que poblabanlas tribunas. Ya desde los octavos de final el equipo argentino empezó a lidiar con la mala onda de los aztecas que, quién sabe por qué insondable razón, hincharon siempre por nuestros adversarios. Enel partido con Corea la barra argentina sufrió infortunios mayores.
-Oigan -dijo un argentino en plan conciliador al jefe de la porra mexicana-, ¿qué pasa viejo, que no están con un equipolatinoamericano? -Para contestar, el porrista acertó con la fórmula más hiriente que pudiera imaginar, dada la cercanía de la derrota en nuestras islas:
-Vamos a estar con ustedes cuando recuperen lasMalvinas -respondió entre festejos mordaces.
Tocado en sus fibras más íntimas, el hincha argentino, bien consciente del ultraje que estaba inflingiendo al sacramental patriotismo de los aztecas,contestó como rayo:
-Entonces nosotros vamos a apoyar al equipo mexicano cuando ustedes recuperen Texas.
La reacción de los mexicanos fue todos a una: lo que nos parecieron 200 mil insaciablesbebedores de cerveza pelaron la pinga y, entre carcajadas y abucheos, nos obligaron a irnos bajo una lluvia de orines.
La barra brava argentina era conducida por El Abuelo y financiada sin discreción...
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