trbajo para amigod
Ignacio Manuel Altamirano
Esta novela de Ignacio Manuel Altamirano, cuyo título original fue Idilio y elegías, con
el subtítulo de Memorias de un imbécil, se publicó, primero, sólo su inicio, en el
vocero El Domingo, en el número del 23 de marzo de 1873, y, posteriormente, en su
totalidad, por entregas, en el periódico El Artista, entre los meses de julio a diciembrede 1874. Finalmente en 1880, al ser incluida en Cuentos de invierno, cambiaría su
título por el de Beatríz.
La temática de esta breve y excelente novela, aborda el amor imposible de un
adolescente, cuando se siente brutalmente atraído por la mamá de uno de sus
compañeros de escuela.
Ahora bien, además del picante tema base de la novela, incluye una interesantísima
descripción del concepto quede la educación se tenía en el México anterior a 1854.
En efecto, el relato que hace el autor de sus andanzas como estudiante, señalando
cómo era la educación en aquellos tiempos, quizá rebase en mucho el tema de la
cachondez entre el chamaco y la señora.
Beatriz tiene un abrupto final, lo cual, en nuestra opinión, vuelve la obra aún más
interesante... final que dejamos al lector el placerde descubrir.
Chantal López y Omar Cortés
BEATRIZ
Idilios y elegías
I
Un destino singular, semejante a un guía burlón, iba a iniciarme desde muy temprano
en todos los misterios de la vida, y lo que es más extraño aún, por una serie
maravillosa de contrastes, que hacían para mí doble el tiempo y más rápido el
aprendizaje. Mi primer amor fue Un lampo de aurora; mi segundo amor fue unincendio. Todavía atónito por las volubilidades de la cervatilla, me encontré, cuando
menos lo pensaba, en las garras de la tigre. Mi corazón, excitado apenas con el aroma
de la margarita silvestre, se atosigó bien pronto con el perfume letal de la rosa, reina
de los jardines.
He dicho que Antonia, en su calidad de niña, necesitaba un mentor que fuese niño. A
mi vez, yo no sé si la necesitaba; peroel hecho es que, como Juan Jacobo Rousseau,
me encontré con una mamá; ya sabéis que así llamaba él a la buena Madame de
Varens.
Mi maestra era una mujer cuyo tipo existe todavía, como un resto edificante de la
antigua educación que recibió esta sociedad cuando era colonia, y que se encargó de
modificar la vida moderna.
Pero no anticipemos, y hagamos la historia desde el principio.
Estudiabayo; ya recordaréis que mi buen padre me trajo a México con la intención de
meterme en un colegio. Así lo hizo, y por dos años me estuve inocentemente
estudiando, confesando y comulgando, como lo acostumbraban los jóvenes que en
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aquel tiempo tenían la dicha de ilustrarse en esa especie de redil que se llamaba,
pomposamente, un colegio.
¡Un colegio! ¡Qué mundo de recuerdos evoca estenombre para mí! Tristes y alegres,
gratos y fastidiosos, todos pasan en tropel por el campo de mi fantasía en las horas
silenciosas de la noche en que escribo esto. Yo en el colegio fui alternativamente feliz
o desdichado. Allí dejé el pelo de la dehesa, allí comencé a deletrear en el gran libro
del mundo, allí contraje numerosas amistades de las que he perdido muy pocas, y allí
por último seme apareció entre las sombras de la meditación, la encantadora imagen
de Beatriz, como una realización inesperada de mis deseos juveniles.
Es preciso decir lo que era entonces un colegio, para hacerla conocer bien a los
muchachos que hoy disfrutan el beneficio de educarse a la moderna, y más todavía a
los que mañana no encontrarán en las escuelas ni un solo espectro de los que
espantaban alos jóvenes de mi época, ni una sola ranciedad de las que nos
fastidiaron a nosotros sin lograr por eso hacemos amar a las antiguallas.
Un colegio era una gran casa parecida a un convento, y en la que bajo la advocación
de un santo cualquiera, se enseñaban las ciencias a la juventud. Esta gran casa tenía
un aspecto amable, y el más propio para cautivar el espíritu de los muchachos y
hacerles...
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