triangulo de las bermudas

Una crónica

José Carlos Llop La desaparición del avión malayo ha hecho entrar la magia en nuestras vidas, tan racionales. Nadie se explica cómo ha desaparecido. Nada por aquí, nada por allá.Menos aún se explica que no se localice su rastro o alguno de sus despojos, de haberlos. Se habla de un vasto fragmento del mundo como si fuera la camilla de casa. Como si por estar milimétricamentecartografiado todo fuera más fácil. Y se habla, también, de unos billetes comprados por otros que no viajaban en el avión. Tras la impostura, se aventura la hipótesis islámica, que pierde fuelle nada másnacer. Ante el desconcierto, el cientifismo: los móviles suenan y bajo el mar no suenan. Emiten señales; es un avance racional ante la irracionalidad de la aerolínea. Nadie sabe qué ha pasado pero losmóviles emiten señales. Como en el chiste de aquel muerto al que le suena el móvil y la viuda descubre la infidelidad del marido fallecido. Poco a poco, los móviles van dejando de sonar. El dolor y ladesesperación sustituyen al desconcierto y la esperanza. El cientifismo ya no sirve. Cunden los nervios. Se piden explicaciones a gritos. Se exige la localización del aparato. Se habla ahora desatélites, pasillos aéreos, puntos de aterrizaje. Las salas donde están los familiares aumentan de temperatura. Se establecen hipótesis periodísticas: vuelve el secuestro, por ejemplo. El secuestro otro,quiero decir. No necesariamente islamista, quiero decir. No puede ser otra cosa: han caído en manos de piratas malayos, el síndrome de Sandokan. O no: ha sido en manos de piratas chinos: el síndrome delos balseros de Vietnam. Qué raro, dice otro, ni un mensaje, ni una llamada. Ni una reivindicación, ni un precio de rescate. Vuelve a la mercadotecnia telemática: sin llamadas. Pero en el fondo serefería al avión estrellado el 11S en un valle, junto a un bosque: un festival de despedidas antes del caos final. Seguimos sin noticias. Se vuelve a mirar hacia los familiares. Como si ellos fueran...