Triangulo D
Todos los meses de septiembre, cuando llegaban las tormentas secas y el aire cargado de polvo tomaba el color de un enfermo de ictericia, su complejo esqueleto de espuma cerámica le causaba molestos pinchazos. Nadie comprendía muy bien cómo Mary Trini Merton, siendo tan joven, había necesitado todas esas prótesis, pero aquel era un asunto que noparecía preocuparle. Sus ojos brillaban con el sentimiento de un fondo de pantalla y aún sonreía cuando recordaba la mañana en que le trajeron a Doris y la cargaron en los equipos del Instituto Tecnológico de California. Todavía le parecía escuchar su entonación cantarina y el acento de Culiacán al presentarse a sí misma como un simulador digital de la serie Chupacabras. Desde entonces el tiempohabía transcurrido con rapidez. En cierto modo habían crecido y envejecido juntas, al ritmo de los cambios introducidos que conseguían hacer de aquel programa el procesador más inteligente del que se tuviera noticia en el mundo. Mary Trini había llegado a sentir por Doris una inexplicable mezcla de orgullo, admiración y empatía. Tenía la sensación de que compartía con ella más cosas que con suscolaboradores, esas batas blancas repletas de conocimiento con las que había cooperado durante años y que ahora no podían apartar la vista de las imágenes que surgían de las tripas de aquel ordenador. No es que fuesen desconsiderados con las explicaciones de la doctora Merton, es que no podían creer lo que veían porque tan sólo unas horas antes nadie hubiera podido imaginar el desastre que seavecinaba. Los malos pronósticos estaban empezando a brotar en las inestables estepas de las simulaciones matemáticas como verrugas, como tumores, como profecías exquisitamente presentadas. Demasiadas reuniones de urgencia en Washington como para seguir ocultando que algo muy grave estaba sucediendo. Demasiados generales, demasiados directivos de la US Space Elevator y demasiados representantes de lasagencias de la ONU desf ilando por la Casa Blanca. Demasiado brillo en la dentadura del presidente WC Liar, demasiada laca en el cabello cardado de la primera dama como para creer que, en efecto, todo eran rumores sin fundamento. Mary Trini imaginaba qué estaría sucediendo en la trastienda de todo aquello. Sin duda los asesores presidenciales debían suponer que el electorado americano era tonto enun grado mayor de lo que realmente era. Debían pensar que aún podían ocultar los hechos y maquillar la realidad con comunicados y evasivas. Quizá la opinión pública seguiría
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creyendo más en las palabras de falsos corresponsales que en lo que vieran sus propios ojos. Tal vez los servicios secretos podrían seguir callando la boca con dinero y amenazas a los tripulantes de algunas estacionesespaciales y a los viajeros que llevaban semanas observando inquietantes señales de alarma. Para cuando todo se precipitara y los hechos no pudieran ser ocultados por más tiempo, quizá estaría preparada una versión suavizada pero consistente. A lo mejor podría echarse mano de un enemigo exterior al que culpar. Incluso podría servir de pretexto para una buena invasión, como en los viejos tiempos. «Nohay problema», debían pensar los responsables gubernamentales y los lobbies, «podemos llegar en buena forma a las próximas elecciones» Pero allá arriba, en la oscuridad de las órbitas que envuelven a la Tierra, las cosas se veían de un modo muy diferente. Pequeños accidentes, pequeñas averías habían entrado en resonancia y todo parecía desembocar en una catástrofe histórica. Lo que había sidoanunciado como el mayor logro del ingenio humano se estaba desmoronando limpiamente, como un castillo de arena seca. La estructura orbital que se había dado en llamar Ascensor Espacial, había comenzado inexorablemente su caída hacia la Tierra. Todos los operarios que aún seguían con vida se resistían a montar en los botes salvavidas y peleaban en un combate contrarreloj y perdido de antemano. Desde...
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