Tristeza
Esta no es la carta de un suicida, bueno sería tener el valor, yano digamos de pegarme un tiro, porque morir con la jeta destrozada es feo, aunque sea de tomarme ese frasco de ansiolítico con el que me enveneno todos los días. Ven, esees el problema conmigo: quiero pero no me atrevo.
Mi esposa dice que estoy estresado porque los niños no se portan bien, pero yo más bien creo que se debe a que llegué alos treinta años con cinco mil miserables pesos en mi cuenta bancaria, una deuda del triple de eso y un futuro incierto en mi carrera profesional. Manuel vicent propone enNadie muere la víspera que aplique una filosofía parda del ¿y qué? Yo no puedo.
Por cierto, soy abogado, me comprometo con aprietos ajenos por unos cuantos pesos que nome alcanzan para pagar una terapia. Ya sé, el problema no son los niños, ni mi cuenta bancaria, el problema es esta maldita profesión que elegí con la que lo único que heconseguido es volverme loco. Lo he decidido, no necesito ni el mar, ni un revólver, ni aplicarme ningún tipo de filosofía, lo que necesito es fuego para quemar ese títuloprofesional que cuelga al lado de un cuadro del quijote, la cédula profesional que guardo en mi cartera y los mugrosos expedientes que hoy, sin querer, como preludio de loinevitable, acomodé arriba del bote de basura, para salir corriendo al parque a patear una pelota y dar de gritos con Melina y Benito.
Cholula, puebla, 19 de junio de 2011.
Regístrate para leer el documento completo.