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—No tiene cara, así que peinaremos la zona en busca de alguna pieza dental; la verdad es que no hay mucho más que sirva paraidentificarlo después de un golpe así. ¿Es ahí donde aterrizó?
—Allí. —La forense señaló la zona reservada para los camareros de la cafetería, situada a unos cuantos metros de allí. Se había hundidocon tanta fuerza que estaba partida en dos. Las violentas salpicaduras de hielo y sangre ya se habían cocido sobre la acera en los minutos transcurridos tras la caída. Mientras Heat daba unas cuantasvueltas por el lugar, se dio cuenta de que las sombrillas de la cafetería y las paredes de piedra del edificio también tenían manchas de sangre seca, hielo y trozos de servilletas de papel. Se acercóa los restos lo máximo que se atrevió sin contaminar el escenario y miró hacia arriba.
—It's Raining Men.
Nikki Heat ni siquiera se volvió. Se limitó a pronunciar su nombre, suspirando:
—Rook.—Aleluya. —Continuó sonriendo hasta que ella, finalmente, miró hacia él, sacudiendo la cabeza—. ¿Qué? No pasa nada, no creo que pueda oírme.
Se preguntó qué habría hecho en su otra vida para tener queaguantar a ese tío. Y no era la primera vez durante ese mes que se lo preguntaba. Su trabajo ya era lo suficientemente duro si se hacía como era debido. Si encima se le añadía un periodista graciosilloque jugaba a ser policía, el día no se acababa nunca. Retrocedió hasta las jardineras que delimitaban el perímetro de la terraza y miró de nuevo hacia arriba. Rook la acompañó.
—Habría llegado antessi no fuera porque alguien no me llamó. Si no hubiera llamado a Ochoa, me lo habría perdido.
—Al parecer, las desgracias nunca vienen solas.
—Tu sarcasmo me deja sin palabras. Mira, no puedodocumentarme para escribir mi artículo sobre lo mejor de Nueva York si no tengo acceso, y mi acuerdo con el inspector establece explícitamente que…
—Créeme, sé cuál es tu acuerdo. Lo he vivido día y...
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