Un Asunto Pendiente- John Katzenbach
JOHN KATZENBACH
UN ASUNTO PENDIENTE
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UN ASUNTO PENDIENTE
MARTES POR LA TARDE
PARTE 1
3
Capítulo
1
Megan
Se sentía increíblemente afortunada. A principios de mes había
estado convencida de que no encontraría nada para los Wright, de que
éstos terminarían gastándose todas sus ganancias en la bolsa en
Hamden o Duchess County y encargarían a otro agente que lesbuscara
la casa en el campo que querían. Pero después de mucho pensar se
acordó de la vieja propiedad Halliday, en North Road. Llevaba años
desocupada, probablemente desde que la anciana señora Halliday
había muerto y sus herederos —sobrinas y sobrinos que vivían en Los
Ángeles y Tucson— la habían puesto en manos de la agencia. Todos
los agentes de la Inmobiliaria County States habían hechola
correspondiente visita de inspección de la propiedad y, después de
tomar buena nota de las goteras del tejado, el mal estado de las
cañerías y, en suma, la decrepitud que produce el paso del tiempo,
habían sentenciado que no se vendería, sobre todo por su
emplazamiento, en una comunidad que estaba experimentando un auge
de la construcción. Después había caído en el olvido, como una tierraen barbecho a la que poco a poco invade la maleza del bosque vecino,
el mismo por el que había llevado a los Wright en su coche,
traqueteando por casi un kilómetro de barro hasta la entrada principal.
Los últimos rayos de luz otoñal atravesaban la oscuridad del bosque con
una claridad inusitada, buscando cada hoja seca, comprobando,
inspeccionando, iluminando cada rincón y resquicio. La granmasa
oscura de árboles sobresalía y anulaba la luz del sol que la atravesaba.
—Lógicamente tendrán que hacer bastante obra... —acababa de
decir pero, para su felicidad, los Wright la habían ignorado, ocupados en
admirar los últimos matices otoñales en la vegetación en lugar de la
inminencia inexorable del invierno. Casi de inmediato habían empezado
a hacer planes: Aquí haremos uninvernadero y en la parte trasera una
galería. El salón no me preocupa, seguro que podemos tirar ese
tabique... Seguían hablando de decoración cuando, ya en la oficina,
firmaban la oferta de compra. Mientras tomaba su cheque Megan se
había unido a ellos, sugiriéndoles arquitectos, contratistas, decoradores.
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Estaba segura de que la oferta sería aceptada y de que los Wright
convertirían la casaen una verdadera obra de arte. Tenían el dinero y
las condiciones para ello: no tenían hijos (sólo un pastor irlandés), dos
buenos sueldos y tiempo para gastarlos.
Esa mañana esa certeza se había visto confirmada con un
contrato de venta firmado por los propietarios.
—Bueno —se dijo en voz alta mientras sacaba el coche del
estacionamiento para volver a casa—. No lo estás haciendo tan mal.Cuando llegó, vio el deportivo rojo de las gemelas bloqueando,
como de costumbre, la rampa de entrada. Habrían vuelto del instituto y
seguramente ya estarían prendidas del teléfono, Lauren en un aparato y
Karen en el de la habitación contigua, pero sentada en la entrada de
forma que pudieran verse, hablando en el dialecto propio de los
adolescentes. Tenían su propia línea, una concesión a suedad y un
pequeño precio que pagar a cambio de no tener que contestar el
teléfono cada cinco minutos.
Sonrió y miró el reloj; Duncan no regresaría del banco hasta una
hora después, eso suponiendo que no tuviera que trabajar hasta tarde.
Decidió que hablaría con él acerca de las horas extra, que le robaban
tiempo de estar con Tommy, sobre todo. Las chicas vivían en su propio
mundo y mientraséste no incluyera alcohol, drogas o malas compañías,
todo marchaba bien. Sabían dónde encontrarla si necesitaban hablar:
siempre lo habían sabido. Durante un momento pensó con admiración
en la relación tan especial que hay entre padres e hijas. La había vivido
con Duncan, cuando las gemelas aún gateaban, los tres rodando por el
suelo haciéndose cosquillas; también la había vivido con su...
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