Un, Dos, Tres
Todoestaba medido para seducir al espectador: desde esa pizca de erotismo naïf con el que coqueteaban las secretarias hasta la crítica a un régimen que agonizaba, encarnada en la primera etapa en la figurade Valentín Tornos, aquel Don Cicuta mezquino, intransigente e inmovilista que viernes tras viernes conjuraba el odio de concursantes y televidentes. Estaba también el humor –buena parte de los cómicosde hoy tuvieron su primera escuela en el Un, dos, tres-, las respuestas a veinticinco pesetas, la música y la refinada maldad de unos juegos que, tentando la codicia de los concursantes, podíanconvertirles en millonarios o enviarles a casa sin un duro de los de entonces.
Pasaron los años, el color llegó a nuestros televisores y el Un, dos, tres siguió renovándose: de Kiko a Mayra Gómez Kemp,de la ruperta a la botilde, de los tacañones a las tacañonas, de unas sccretarias espectaculares a otras más espectaculares aún. Con unas audiencias que superaron los veinte millones de espectadores,...
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