Un Dulce Olor A Muerte
Posted on diciembre 18, 2011
Por: Néstor D. López Reyes
Abre la puerta con un chirrido fastidioso… entra. De nuevo regresa y la monotoníade lo redundado inunda sus movimientos. Tal acción la ha repetido perpetuamente en medio de la nulidad y la labor. Arrastra los pies sobre el piso cenizo y la mirada contraída en algo que no existe,que no está ahí. Enciende la luz que carcome el vacío de la sombra reemplazándolo con una sutil nitidez, pero siempre destinada a sucumbir; ante sí sólo un cuarto derruido, yermo abandono en cadaobjeto, silencio en cada evocación. Con movimientos autómatas y creyéndose el títere de algún atroz drama, llega hasta donde un asiento ofrece una efímera promesa de reposo, un gesto tan común pero queahora parece la más colosal hazaña. Cierra un instante los ojos, algo le turba. La difusa sensación de un oneroso gusano reptando en sus entrañas, lamiendo su recuerdo, le mantiene perturbado.Depresión. V. Van Gogh
Por doquier le acosa como un perro hambriento de su pensamiento, como una hueste ávida de su presencia y lista para celebrar su retorno. Le sigue al trabajo, en el camino, en lacotidianeidad, en la convención, el existir. Aún así, es algo que desconoce, que mantiene en el olvido, una presencia omitida en un vasto sueño, un perfume podrido entre manjares añejos, la reminiscenciadel rostro común entre una multitud; es el presentimiento de algún antiguo crimen gritando en sus oídos y tomando sus hombros en callejones hartos de sombras, la sensación de la locura. No obstante,lo recluye con un vano esfuerzo. Para omitirlo idea la fingida obligación de una labor exhausta, el ansia de compromiso y la cadena. De esta manera su fisonomía transmuta: las manos tumefactas yprietas no denotan piel sino roca que sangra, ámpula; los oídos no se complacen, acostumbrados al azote de la muchedumbre; los ojos no contemplan, aspiran a percibir; ahíto de hiel, para liquidar la...
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