Un paraíso en cierto tiempo.

Lo conocí un extraño día de otoño. Hacía mucho viento, y en ratos todo se volvía oscuro por causa de las nubes.
Solíamos llamarnos cada noche, aún sin conocernos algo nos decía que necesitabas oír la voz del otro.
En aquel tiempo yo era estudiante. Me gustaba leer, ver películas de los años 60’s y caminar. No era muy activa, por lo que me recomendaron que largas y tranquilas caminatas mientrasllevaba una dieta sana podrían alejarme de cualquier problema de salud.
Decidí un día, que era suficiente de la incertidumbre. Una sola vez en mi vida le había visto.
Fue en la fiesta de Karla, una de mis mejores amigas y su vecina. El me miró a lo lejos, ebrio y desaliñado. Fue la primera de tantas veces que me hizo reír. Se acercó y pidió los números telefónicos de mi grupo de amigas, oKarla, María y yo.
Lo anotamos en su manga después de discutir que se arrepentiría de arruinar tan lindo traje.
Dos días después mi teléfono sonaba como loco a las 11 de la noche. La primera vez con un poco de miedo atendí la llamada. Estaba demasiado sorprendida como para creer que en verdad ese chico que parecía estar fuera de sí me había llamado.
Después de la primera llamada donde se disculpabapor cualquier comportamiento inadecuado, me hizo saber que yo le agradaba y era una persona tranquilamente buena para él.
Yo solía ir a la iglesia los miércoles, los jueves, sábados y domingos. Sentía que había cometido un grave error al comenzar a hablar con el chico alcohólico. Siempre nos hablaron de los vicios a los que podríamos enfrentarnos una vez que fuésemos ‘’grandes’’. Entre ellosestaba el sexo sin amor, el alcohol en exceso, las drogas, la vanidad y mil cosas más. Como una típica chica de iglesia católica con padres estrictos, me ponía demasiados límites, por lo que siempre rechazaba cualquier invitación del chico para salir a tomar algo al café cercano a casa.
Y en el fondo tenía miedo; miedo de ser juzgada y rechazada como a muchos chicos quienes eran abiertamentehomosexuales les había pasado. Al ser una comunidad cuyas reglas sociales giraban alrededor de lo religioso, era difícil salir de lo común: ser homosexual era algo sucio, usar un vestido corto en alguna fiesta era considerado algo promiscuo. Salir con alguien alejado de la iglesia y con vicios sin fin como lo era el, era ya un pecado grave.
Me dejé llevar por las largas conversaciones nocturnas. Todosen casa sabían que a las 11:00 el teléfono sonaba y era a mí a quien buscaban desde el otro lado de la línea.
Para ese tiempo, mis padres estaban más preocupados por recuperar a mi hermano mayor, quien había decidido dejar la escuela y huir a otro estado de la República. Cada dos semanas se encargaban de visitar amigos cercanos a él que pudieran saber en dónde se encontraba. A veces solo seconformaban con saber que él había llamado, para saber que aún estaba con vida. Por esta y otras razones, mis padres nunca se molestaron en cuestionarme sobre las largas llamadas que terminaban después de las 2 am.
Me sentía libre, pero seguía cuidando la imagen de chica tierna y devota frente a la comunidad.
Un jueves, al hablar sobre los lugares que nos gustaría visitar y los libros leídos,decidimos que era tiempo de vernos, y esta vez no supe cómo ni quise rechazar su invitación a una charla frente a frente.
El viernes le dije a mi madre que saldría a caminar, como usualmente lo hacía, pero que necesitaba pasar por algunas cosas a casa de una amiga para hacer más tiempo. Ella simplemente se preocupó por darme una bendición y me dijo que volviera antes de la puesta del sol.
Salí con losnervios comiéndome por dentro. Era la hora correcta, pero sentía que por alguna razón estaría sola, y el chico ebrio no aparecería. Después de todo yo era una chica de iglesia más, algo malo tenía que pensar de él.
Lo vi desde una cuadra antes de llegar a la pequeña plaza de la iglesia. Alfredo tenía puesta una camiseta y unos pantalones sencillos, un poco desgastados, pero limpios. Tenía el...