Un paseo para recordar
Prólogo
Cuando tenía diecisiete años, mi vida cambió para siempre.Sé que hay personas que se preguntan acerca de mí cuando digo eso. Ellos me miranextrañamente comosi trataran de comprender qué pudo haberme ocurrido desde entonces, aunque rara vez me molesto enexplicarlo. Porque he vivido aquí la mayor parte de mi vida, y no siento que tenga quehacerlo a menosque de verdad desee hacerlo, además de que eso me tomaría más tiempo del que la mayoría de laspersonas están dispuestas a brindarme. Mi historia no puede ser contada en dos o tresoraciones; nopuede ser encerrada en algo sencillo y simple que las personas inmediatamente comprendieran. A pesarde que han pasado cuarenta años, las personas que aún viven aquí y que me conocieron ese añoaceptanmi negación a explicar sin hacer ninguna pregunta. Mi historia de alguna manera es su historia porquefue algo que todos vivimos. Fui yo, sin embargo, quién vivió más de cerca todo esto. Tengocincuenta ysiete años, pero incluso ahora puedo recordar todo de ese año, incluyendo los más pequeños detalles.Revivo ese año muy a menudo en mi mente, trayéndolo de regreso a mi vida, y me doy cuentade quecuando lo hago, siempre siento una combinación extraña de tristeza y placer. Hay momentos en quedesearía poder regresar el tiempo y mandar lejos toda la tristeza, pero tengo el presentimiento dequesi lo hiciera, el placer también se alejaría con ella. Así que tomo los recuerdos tal y como vienen,aceptándolos todos, dejándolos guiarme siempre que puedo. Y esto ocurre más a menudo de loquequisiera.Es 12 de abril, en el último año antes del milenio, y cuando dejo mi casa, y echo un vistazo alrededor. Elcielo está nublado y gris, pero cuando me muevo por la calle, noto que los cornejos ylas azaleas estánfloreciendo. Subo el cierre de mi chamarra sólo un poquito. La temperatura está fresca, aunque sé quees solo cuestión de semanas antes de que cambie a algo cómodo y los cielos grises...
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