UN SACO DE CANICAS LIBRO DE SOCIALES
rsion
Share on Facebook
UN SACO DE CANICAS
Joseph Joffo
Traducción de Luis María Todó
grijalbo mondadori
Título original
UN SAC DE BILLES
Traducido de la edición de J. C. Lattes/ Édition, París, 1973 Cubierta: SDD, Serveis de Disseny, S.
A.
©1973 J. C. LATTES/ÉDITION SPECIALE
©1974 de la traducción castellana para España y América: GRIJALBO MONDADORI, S.A. Aragó, 385, Barcelona
Primera edición en esta colección ISBN: 84–253–2832–2
Depósito legal: B. 18.009–1995
Impreso en Hurope, S. L., Recaredo, 2, Barcelona
ADVERTENCIA
Este archivo es una copia de seguridad, para compartirlo con un grupo reducido de amigos, por
medios privados. Si llega a tus manos debes saber que no deberás colgarlo en webs o redes públicas, ni hacer uso comercial del mismo. Que una vez leído se considera caducado el
préstamo del mismo y deberá ser destruido.
En caso de incumplimiento de dicha advertencia, derivamos cualquier responsabilidad o acción
legal a quienes la incumplieran.
Queremos dejar bien claro que nuestra intención es favorecer a aquellas personas, de entre
nuestros compañeros, que por diversos motivos: económicos, de situación geográfica o discapacidades físicas, no tienen acceso a la literatura, o a bibliotecas públicas. Pagamos
religiosamente todos los cánones impuestos por derechos de autor de diferentes soportes. Por
ello, no consideramos que nuestro acto sea de piratería, ni la apoyamos en ningún caso.
Además, realizamos la siguiente…
RECOMENDACIÓN Si te ha gustado esta lectura, recuerda que un libro es siempre el mejor de los regalos.
Recomiéndalo para su compra y recuérdalo cuando tengas que adquirir un obsequio.
y la siguiente…
PETICIÓN
Libros digitales a precios razonables
A mi familia
Quiero dar las gracias a mi amigo, el escritor Claude Klotz, por haber accedido a releer y corregir
mi manuscrito.
J.J.
Prólogo
Este libro no es obra de un historiador. A través de mis recuerdos de infancia, he querido narrar mis aventuras durante los
tiempos de la ocupación.
Han pasado treinta años. La memoria, así corno el recuerdo, pueden metamorfosear
algunos pequeños detalles. Pero lo esencial está ahí, con su autenticidad, su ternura, su gracia, y
la angustia vivida.
Para no herir susceptibilidades, he cambiado muchos de los nombres de personas que aparecen en este relato. Un relato que narra la historia de dos niños en medio de un universo de
crueldad, de absurdo, y también a veces, de ayuda inesperada.
1
La canica gira entre mis dedos en el fondo del bolsillo. Es mi preferida, nunca me separo de ella.
Y lo bueno es que es la más fea de todas, no se parece en nada a las de ágata, o a las grandes
canicas metálicas que suelo mirar en el escaparate de la tienda del tío Ruben, en la esquina de la calle Ramey; es una canica de barro, con el barniz medio saltado. Por eso tiene asperezas en la
superficie, y dibujos, parece el planisferio de la clase en pequeño.
Me gusta mucho, es bonito tener la Tierra en el bolsillo, las montañas, los mares, todo
bien guardado.
Soy un gigante, y llevo encima todos los planetas.—Bueno, ¿tiras o qué? Maurice está esperando, sentado en la acera frente a la charcutería. Siempre lleva los
calcetines flojos, papá le llama el acordeonista.
Entre las piernas tiene las cuatro canicas en un montoncito: tres formando un triángulo y
la otra encima.
La abuela Epstein nos está mirando desde el umbral de la puerta. Es una anciana
búlgara amojamada, y encogida más de la cuenta. Por extraño que parezca, ha conservado el color cobrizo que da al rostro el viento de las grandes estepas, y ahí, en el hueco de la puerta,
sentada en su silla de anea, es un pedazo viviente de aquel mundo balcánico que el cielo gris de
la puerta de Clignancourt no logra empañar.
Está ahí todos los días, y sonríe a los niños que vuelven del colegio. Cuentan que huyó a pie a
través de Europa, de pogrom en pogrom, hasta ...
Regístrate para leer el documento completo.