UN SECRETO VIOLADO
Pasaba yo por la ciudad de. . . . y quise ver el manicomio. Este espectáculo no es alegre, pero es instructivo. En cada loco hay una advertencia terrible. La locura es fecunda en enseñanzas extraordinarias. La vulgar privación de razón, la que habita en las calles y en las casas, oculta su absurdidad bajo cierta apariencia de buen sentido; guarda los respetos humanos; no dicesu última palabra. Mitiga lo que tendría de violento por mil temperamentos; se acomoda un poco a la sin razón de sus vecinos; se pliega a las exigencias del mundo; no es completa, absoluta, total. Precisamente por se oculta continua siendo social. Pero la locura propiamente dicha no se oculta: se exhibe, ha perdido el pudor de sí misma, y por el hecho de que se exhibe es muy instructiva. Muestrasu causa al no ocultar ninguno de sus efectos. Muestra en flagrante delito la pasión de la que ha nacido. La muestra en sus últimas consecuencias, y por eso constituye una lección. Cuando la pasión se detiene a mitad de camino, su carácter no estalla, pero cuando después de matar al sentido común marcha con la cabeza levantada, con la visera alzada, sola y victoriosa en el silencio de la razónvencida, es difícil no retroceder de espanto al pasar a su lado.
Vi un hombre que se creía Dios. Muchos de cierta manera se creen Dios; pero aquél se creía Dios y lo proclamaba, exigía el culto; hablaba de la impiedad de los hombres de aquel tiempo, de la dureza de su corazón.
—Soy yo quien los ha creado—decía — y no me lo agradecen.
Después, se puso a conversar y razonaba muy bien cuando no hablabade sí mismo. Era aquel un hombre instruido e inteligente.
Se ofreció a servirme de cicerone, hizo mil reflexiones ingeniosas y justas.
— ¡Cómo compadezco a estas gente que están locas!—Decía de tiempo en tiempo.
Me condujo a uno de sus camaradas.
— Vea usted— me dijo. — ¡Qué pena!— Este es un hombre de talento, un buen geómetra. Podría prestar servicios a la sociedad. Es encantador, amable y dulce.¡Pobre muchacho! Un buen día se imaginó que era Dios Hijo. ¿Concibe usted una locura semejante en cabeza humana? Pues como le digo, cree que es el Hijo de Dios, pero esto no es todo, lo más extraordinario e increíble, lo que nadie podría admitir, es que se atreve a decírmelo a la cara, sin turbarse, a mí que soy Dios Padre. Me lo ha dicho, no una vez, sino cientos, sin qué ni razonamientos, nisúplicas, ni amenazas hayan servido para nada. Tengo de cuando en cuando el pensamiento de aniquilarlo, pero no lo hago. ¡Es tan joven!
— Vea usted.— Prosiguió— aquí hay otro que se cree emperador, como si pudiera ser emperador sin mi permiso. Aquí tiene usted una mujer que está persuadida de que Juana de Arco revive en ella. Pero esto no es todo. Vea usted un hombre que se cree el sol. Es el orgulloel que ha perdido a todas estas pobres gentes. ¡El sol! ¡El sol! —continuó mi guía animándose. — ¡Un hombre de carne y hueso que se cree el sol! ¡Qué cosa tan extraña es la locura! Y me lo viene a decir a mí. A mí de quien el sol es solo una débil imagen. Veamos pues, usted que probablemente me adora, ¿hubiera podido pensar que un hombre llegara a creerse el sol, sino hubiese encontrado un Diospara decírselo y para mostrárselo?
Mi guía continuó.
—He aquí cuya locura es bastante singular— me dijo mostrándome a su propio guardián; cree que estoy loco. Me da pena, y por eso no le odio. Sin embargo, para decirle a usted toda la verdad hay momentos en que lo detesto. Dos o tres veces, he querido obligarle a que se pusiera de rodillas ante mí. Se ha negado. He tomado el partido de despreciarlos homenajes que me niega. ¡Qué quiere usted! Como está loco y no sabe nada, no es responsable de sus acciones. Hay otro aquí que cree ser el director de un manicomio. Me trata como si yo fuera uno de los enfermos a su cargo y me envía en ocasiones un médico. Recibo al médico con bondad. Dios debe ser bueno. Si no fuera yo bueno, no se sabría que soy Dios. Y he aquí que se considera el inventor...
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