Una Curiosa Historia De Secundaria
Lo conocí en primero, a mitad del primer trimestre de ese extravagante año 2003. Me sentaba detrás de él, junto a Zavala (un tipo alto, blanco, delgado y chino, de cabello con ondas, negro). Junto a Gato se sentaba Chuqui. Delante de ellos se sentaba Gallito, o simplemente Gallo (así le decían por su prominente nariz en forma de pico); lo que norecuerdo es con quién se sentaba él. Pero detrás de Abel (Zavala) y de mí había dos chicas: Grecia y Sandra; y más atrás un par de personas más. Sandra era delgada también, tez semitrigueña, cabello lacio. Grecia, en cambio, era blanca, de cabello marrón claro, con iluminaciones color platino. Era un tanto más bonita que su amiga Sandra, el inconveniente eran sus dientes delanteros, que tenían untamaño fuera de lo común. Al reír le sobresalían demasiado; por lo demás, era simpática, de cuerpo atractivo.
Al principio no me hablaba mucho con ellas, me daba vergüenza. No recordaba haberle hecho el habla a ninguna mujer en mi vida; siempre eso se me había dado por cosas del azar, o por la continuidad que crea la convivencia con los compañeros del aula. Y el momento en que eso comenzó fue cuandonoté que eran unas chicas… mmmh… algo movidas.
Hasta ese año nunca había pensado en diferenciar a las mujeres. Pero cuando conocí a Grecia y a Sandra, supe que había mujeres buenas y mujeres malas; o como ahora: las tranquilas y las bandidas, aunque también están las coquetas, y hay amixers, pero ese es otro tema.
Un día llegue al aula y encontré a Gato, con quien me llevaba bien por esetiempo, hablando de “pene” y “chucha” con Grecia. Yo llegué hasta mi lugar, tomé asiento y los oí. Él decía algo sobre que a Grecia le gustaba su pene y a él le gustaba su chucha. Ella decía: «¿Acaso tú me la has visto?», y él: «Sí. ¡Cuántas veces has venido sin calzón al colegio! Y encima te sientas con las piernas abiertas como puta». Y en vez de ofenderse, se rio. Eso me sorprendió. Yo nunca habíaoído hablar así a un hombre y a una mujer. Para mí era algo así como un tabú hablar de esas cosas en público. Quizá tenía que ver mucho con la educación mojigata que había recibido en casa desde niño.
Grecia se limitó a decir:
—Maldito —y continuó riendo.
—Y estaba depiladita —agregó Gato—, peladita, rosadita —y soltó una carcajada efusiva.
Yo los oía con rubor en las mejillas cuando justodetecté a Sandra viéndome a la cara desde la carpeta de al lado: había estado oyendo todo; yo no la había notado.
—Sandra, defiéndeme —chilló Grecia.
Ésta no divagó en su respuesta de complicidad.
—Pero de qué te molestas, Grecia, si la tuya tiene pelos.
Entonces Gato se rio con más fuerza aun, opacando la suave sonrisa de Sandra. Grecia se puso colorada. Yo me volví para mirarla por sobreel hombro, con timidez. Ella me lastimó los ojos con una extraña mirada que en ese momento no comprendí. Suspiró y le dijo a Gato:
—¿Por qué no puedes ser así de tranquilito como tu amigo? —sin quitarme los ojos de encima.
Más compañeros comenzaban a entrar al aula, que estaba llena a medias; o medio vacía.
Félix —era ése su nombre—, el Gato, me dirigió la mirada también.
—¿Por qué estásrojo, huevón? —me preguntó.
Me puse más rojo aun, la cara me quemaba y el cuerpo empezaba a arderme por dentro.
—Olvídalo.
Grecia me sonrió.
—Qué lindo —dijo, con voz dulce y ciertamente sarcástica—, un niño de casa.
Sandra también me miró.
—¿Cómo te llamas?
—Sergio.
Abel apareció a mi lado. Me vi obligado a ponerme en pie para dejarlo pasar a su asiento junto a la pared.
—Hola,chuchona —le dijo a Grecia, sin sonreír siquiera.
—Ah… —profirió ésta, expulsando una bocanada de aire, como sorprendida, en tanto yo volvía a tomar asiento en mi lugar y hundía mi rostro entre mis brazos cruzados y apoyados sobre mi carpeta—. ¿Tú también, Abel? Por dios. Todos ustedes son unos enfermos.
—¿Ya ves? —me dijo Gato, codeándome—: tú tampoco te salvas —y sonrió malévolamente....
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