Una historia como de fin de mundo

Una Historia como de Fin de Mundo

—¿O sea que tienen que ser de mierda de vaca? —intenté por cuarta vez conseguir una explicación en medio de la estupidez que produce el humo de marihuana.

Raúl asintió afirmativamente mientras continuaba enroscado dándole bocanadas el tercer porro que nos fumábamos ese día.

—¿Y cómo hace uno para saber que son de mierda de vaca y no de caballo?—continué indagando.
—¿Qué cosa? —me preguntó Raúl con los ojos perdidos.
—Los hongos —le contesté con paciencia infinita.
—¿Cuáles hongos? —replicó como si no llevara una hora hablándole del mismo tema, intentando conseguir una explicación
—Pille, fume —me dijo pasándome el porro mientras retenía el humo que acababa de jalarle.

Empecé a fumar y decidí olvidar el tema que, al parecer, Raúl no habíatenido presente nunca durante nuestra conversación.

Lo conocía desde hacía un par de años, pero apenas teníamos unas tres semanas fumando juntos. Antes de fumar la primera vez con él no lo había hecho nunca, pero le dije que lo había hecho muchas veces, como todas las otras cosas que durante nuestra juventud hemos hecho muchas veces y podemos morirnos de viejos sin realizarlas nunca.

—¿Tienemás marihuana? —me preguntó después de un rato en el que me perdí del mundo. Miré mi mano y vi que el porro que me había pasado un momento antes ya se había apagado, así que lo boté.
—En la casa del “peludo” queda un moñito —le dije.

“El peludo” era el nuevo miembro de nuestro grupo. A diferencia de mí, él si fue sincero cuando Raúl le preguntó si había fumado alguna vez “Nunca parce, nisiquiera cigarrillo”. Estábamos a dos cuadras de su casa, sentados sobre un tanque de agua camuflado entre el monte, mientras él estaba acostado en su sala pasando los estragos de la primera traba de su vida.

—Oe ¿por qué me preguntó lo de los hongos? —me dijo Raúl.
—¿Cuáles hongos? —dije con la mirada perdida y los recuerdos borrados. Raúl comenzó a reír de manera incontrolable.
—Usted trabado sies muy desorden —me dijo.
Yo seguía perdido en mis pensamientos y el continuó hablando:
—Los hongos de vaca tienen una franjita negra en el tronco, así se diferencian de los hongos de caballo.
—Ajá… —le dije todavía perdido en mi mente. Entonces recordé los hongos, la mierda de vaca, de caballo y el porqué había durado casi dos horas intentando razonar con Raúl para que me explicara algo queme acababa de explicar y que hasta ese instante no recordaba por qué debía entender.

—Claro, eso tenía que ser —y recordé que la franja negra en el tronco del hongo me había dado mala espina en el momento en que lo recogí al lado de una mierda que no sabía si era de vaca o de caballo.

Desde el momento en que escuché a Raúl hablando con otro muchacho sobre los hongos la curiosidad me habíaasaltado de manera escandalosa, pero la vergüenza juvenil de no saber algo que aparentemente todos conocían silenció mi curiosidad.

Probé con varios tipos de hongos, incluidos los champiñones y unos pequeños que se encontraban aferrados al musgo de un árbol muerto y seco, pero no me causaron ningún efecto psicotrópico, incluso estos últimos me enfermaron severamente. Por esa razón, cuando encontrélos hongos en la mierda que no sabía si era de vaca o de caballo, no me atreví a comerlos hasta estar completamente seguro de que sí eran los hongos que todos conocían y yo no.

—Yo tengo unos hongos —le dije sin estar en mis cinco sentidos todavía.
—¿En serio? ¿Y por qué no me había dicho? Vamos a buscarlos de una. ¿Dónde los tiene?
—Están en el bolso, en la casa del peludo —le respondí.Cuando los sacamos no estaban del todo frescos, ya que tenían más de 24 horas de haber sido cortados. Sin embargo esto no fue impedimento para que los viéramos como un tesoro, iluminando y hasta reproduciendo música celestial, que de seguro era producto del estado de alucinación que nos dejó la marihuana y que nos aturdía en la sala de la casa del peludo.

—Lo mejor es tomárnoslos en...