Una mirada sobre la dimensión ética en la práctica del acompañamiento terapéutico
Lo que sigue versa acerca de la cuestión ética en lo referente a la práctica del acompañamiento terapéutico. Dicho acercamiento voy a realizarlo mediante la puntuación de lo que he dado en llamar la serie multiplicidad – irrepetibilidad – imposibilidad. Términos que me propongo sustraer de la deriva semántica habitual para intentar comprometerlos en un sesgo específico deaproximación a la experiencia. Serie justificada por una coherencia ética que legisla abiertamente mi acción. Y para desbaratar toda injerencia presuntuosa que me acuse aquí de “conspiración metafísica”, tomaré una referencia a mi clínica como acompañante terapéutico de donde los efectos de dicha serie podrán tomarse como la calaña de sus incumbencias.
I
Se trata del caso de un paciente conpsicosis, un así llamado “adolescente” donde lo hormonal del cuerpo – tomado, en este caso, como objeto del saber médico - ha comenzado a reverberar tensamente, impactando de lleno en lo que de ese cuerpo se ha desprendido como pulsional. Y aquí vale preguntarlo: ¿La pulsión es pura “metafísica”? Yo diría, más bien: la pulsión es meta-física: su objetivo es, radicalmente, «corporal». Gozar del cuerpoen tanto cizalla, constante eco que me deslinda más allá del límite de lo imperecedero.
Pues bien, quisiera destacar la pertinencia de posicionarse ante el otro, allí en la “escena terapéutica”, desde la consideración inicial de lo múltiple:
¿Qué vértigo? “Hay multiplicidad” – responde el Ser
¿Posición ética? Podría decirse. Este caso no es ningún otro caso previo. Nada que se asemejea un “manual” puede aquí decir algo que valga más que para iniciar la partida, pero no para jugar(se)la. Poco sé de lo que pueda desplegarse aquí. Ese harto inquietante devenir que muchas veces nos empuja a reiterar algo ya hecho, una acción asegurada en el sentido de una rutina que estanca la dialéctica necesaria para que algo de lo tormentoso familiar – que, en este paciente, alcanzaba un gradode locura ominoso y perturbador - se quiebre.
Ya el poeta Fiedrich W. Nietzsche nos advertía, hace un vasto tiempo, de la impresionante angustia que puede producir el posicionarse por fuera de toda certidumbre anticipada, el abandono de toda creencia - concebida como un “tener-por-verdadero” [Für-wahr-halten] - en la medida en que ella no supone sino la denegación de la diferencia, esto es,lo real.
“El devenir eterno y único, la total inestabilidad de toda realidad, que no hace otra cosa que actuar y devenir constantemente y que – como enseña Heráclito – no es, constituye una representación terrible y perturbadora1, comparable en sus efectos a la sensación que experimentara quien en medio de un terremoto perdiera toda confianza en la firmeza de la tierra. Se requiere de una fuerzaprodigiosa para transformar estos efectos en sus contrarios, en un asombro excelso y dichoso.”
La pregunta que nos sale al encuentro aquí es aquella que inquiere acerca de la naturaleza de tal “fuerza”. Pregunta cuya respuesta nos ubica de cara a la irrepetibilidad de la experiencia, la cual remite a la especificidad del caso, mas también a la irrepetibilidad de quien allí se atreva aacompañar y ponerle, eventualmente, un cuerpo (el suyo) a la soledad del otro, a su vacío y a sus deseos. Hablo del (y desde el) deseo del acompañante, de esa “fuerza” se trata.
Lo atinente a la multiplicidad que propongo como eje para situarse - ya sea a escuchar, ya sea para acompañar, etc. - involucra no simplemente una abstinencia epistémica situacional (en el sentido anteriormente indicado),sino también la constancia de un trabajo en conjunto donde circulen versiones del caso – otras voces -, generándose así una trama que desarregle la trama, habitualmente estatuida por la historia oficial que la familia en cuestión pretende promover, y hacia la cual nos solemos ver atraídos en tanto allí habría de existir una garantía de nuestro hacer. Trama que, en el caso que he tomado, situaba...
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