Una noche de perros
Todos los derechos reservados
Título original: The Gun Seller
© Hugh Laurie, 1996
© por la traducción, Alberto Coscarelli, 2006
© Editorial Planeta, S. A., 2006
Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España)
Primera edición: noviembre de 2006
Depósito Legal: B. 44,146-2006
ISBN-13:978-84-08-06903-4
ISBN-10: 84-08-06903-9
ISBN: 0-09-946939-1
Editor Arrow Books, una división de Random House Group Limited, Londres, edición original
Composición: Víctor Igual, S. L.
Impresión: A&M Grafic, S. L,
Encuademación: Encuademaciones Roma, S. L.
Printed in Spain - Impreso en España
Digitalización y corrección por Antiguo.
2
Para mi padre
Estoy en deuda con el escritor ylocutor Stephen Fry por sus comentarios; con Kim Harris
y Sarah Williams por su impresionante buen gusto e inteligencia; con mi agente literario
Anthony Goff, por su constante apoyo y aliento; con mi agente teatral Lorraine Hamilton,
por no importarle que también tenga un agente literario, y con mi esposa Jo, por cosas
que ocuparían un libro más largo que éste.
3
Primera parte
UNO
Vi aun hombre esta mañana que no quería morir.
R S. STEWART
Imagínate que tienes que romperle el brazo a alguien.
El derecho o el izquierdo, da lo mismo. La cuestión es que tienes que rompérselo, porque si no lo
haces... bueno, eso tampoco importa mucho. Digamos que ocurrirán cosas peores si no lo haces.
Mi pregunta es la siguiente: ¿le rompes el brazo de prisa —crac, vaya, lo siento, deje quelo ayude con
este cabestrillo de emergencia— o alargas todo el proceso durante sus buenos ocho minutos y vas
aumentando la presión poquito a poco, hasta que el dolor se convierte en algo rojo y verde y caliente y
frío y, en su conjunto, absolutamente insoportable?
Pues eso. Por supuesto. Lo correcto, la única opción correcta, es acabar cuanto antes. Rompe el brazo,
sírvele una copa, sé unbuen ciudadano. No hay otra respuesta.
A menos...
A menos, a menos, a menos...
¿Qué pasa si odias al tipo que está al otro extremo del brazo? Me refiero a que lo odias de verdad.
Esto era algo que ahora debía tener en cuenta.
Digo ahora refiriéndome a entonces, al momento que describo; el momento fraccionado, tan
condenadamente fraccionado, antes de que mi muñeca toque mi nuca y mi húmeroizquierdo se parta
al menos en dos —o probablemente más trozos chapuceramente unidos.
Verás, el brazo en cuestión es el mío. No es un brazo abstracto, un brazo filosófico. El hueso, la piel, el
vello, la pequeña cicatriz blanca en el codo, recuerdo de una esquina del radiador de la escuela
primaria Gateshill, todo es mío. Ahora es el momento en que debo considerar la posibilidad de que el
hombreque está detrás de mí, que me sujeta la muñeca y la sube a lo largo de la columna con un
cuidado casi sexual, me odia. Me refiero a que me odia de verdad, y mucho.
Está tardando una eternidad.
Su apellido era Rayner. Nombre de pila, desconocido; por lo menos para mí, y por tanto, supongo que,
también para ti.
Imagino que alguien, en alguna parte, debía de saber su nombre de pila —tuvo quedárselo en el
bautizo, usarlo para llamarlo a desayunar, enseñárselo a escribir—, y alguien más tuvo que gritarlo en
un bar para invitarlo a una copa, murmurarlo en la cama, o escribirlo en una casilla de una póliza de
seguros. Sé que debieron de hacer todas estas cosas. Sólo que cuesta imaginarlo.
Calculé que Rayner era diez años mayor que yo. Lo cual estaba bien. Nada que objetar. Mantengo
unasbuenas, cariñosas, relaciones con muchas personas diez años mayores que yo sin necesidad de
que me rompan un brazo. Las personas diez años mayores que yo son, en todos los sentidos,
admirables. Pero Rayner también era diez centímetros más alto que yo, treinta kilos más pesado, y
como mínimo —me da igual cómo midas la violencia— cuatro veces más violento. Era más feo que un
mueble de...
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