una piba
Dentro de lababélica bibliografía borgeana destaca con luces propias Respiración Artificial, de Ricardo Piglia, en cuanto “es la literatura viva, para llamarla de alguna manera, la que produce los debates que alumbran los textos y que permite ir a buscarlos y traerlos a la discusión contemporánea” (Piglia, 1993, 164). Las tesis allí expuestas por Emilio Renzi son luego retomadas por Sarlo, en su texto, Borges, unescritor en las orillas, alcanzando una mayor profundización, pero sin llegar a realizar aportes significativos. Piglia, a través de su personaje, deja abiertas muchas preguntas que tintinean en los oídos de que quienes lo leen, incitándolos a participar.
Lo seductor de la propuesta de Piglia es que intenta recrear la operación estratégica realizada por Borges, en la medida en que confrontaambas poéticas, en apariencia antagónicas, para crear un espacio de lectura donde insertar sus propios textos. La lectura que hace Borges con respecto a la literatura argentina del siglo XIX es análoga a la que efectúa Piglia con el siglo XX. Así como Sarmiento y Hernández se constituyeron como los escritores representativos de las líneas más importantes del desarrollo de la literatura decimonónicaargentina, Borges y Arlt inauguran el siglo XX con dos propuestas estéticas claves dentro de las cuales se van a mover, en mayor o menor medida, todos los escritores argentinos.
Esta “hermenéutica textual” desplegada por Piglia se constituye en base a dos elementos esenciales de la estrategia de lectura borgeana, que son: el “anacronismo deliberado” y las “atribuciones erróneas”. Y cuya funciónconsiste en ir “en contra de la lectura convencional, de la glosa tímida y condicionada, al romper los moldes de la crítica tradicional, producen un efecto redentor y portentoso: erigen al cuerpo textual de su tumba, le prestan un nuevo aliento, lo resucitan” (De la Torre). Inmerso en el páramo sombrío en el cual se convirtió la literatura argentina tras la muerte de Arlt, Piglia buscadenodadamente reanimarla, insuflando su propia respiración a este cuerpo agónico.
El flujo de la respiración se siente incesante a lo largo del texto, cuyas marcas se fijan a través de las constantes interrupciones que hacen los distintos narradores para tomar aire:
“Cuando yo llegué acá, en el año 45, me está diciendo, todo esto era un páramo. Había estado viviendo unos años en Buenos Aires, dijo,recién llegado de Europa, trabajando en el Banco Polaco y después lo trasladaron a la sucursal de Concordia (...). Había nacido en Varsovia, pero a los 23 años, dijo, se radicó en Inglaterra para preparar un doctorado en filosofía, dirigido por Wittgenstein, en Cambridge” (Piglia, 1992, 150 - 151)
Cada oración contiene esta pequeña fractura, que no tiene como propósito recordarnos quien habla,sino el esfuerzo que supone el trabajo de resucitación. Renzi es el único que parece poder hablar con autonomía, llegando a sorprender a uno de sus interlocutores con su capacidad oratoria:
“Una de las indudables virtudes de los intelectuales porteños, dijo Marconi, es su nunca del todo envidiada capacidad para decirlo todo de corrido. (...) Y entonces, dijo Marconi, ¿puedo esperar ahora una...
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