Una Tarde De Tristeza, Adivinación Y Enojo

La plaza se encontraba lo suficientemente desierta como para amalgamarse perfectamente con el ambiente triste, frío y desolado de aquella tarde otoñal. Las hojas se desprendían de los árboles a unritmo sutil, tímido.
Patricia Zimmerman se encontraba en el único banco de aquella plaza cuando repentinamente se acercó una mujer morena y de mirada penetrante.
—Disculpe señora, no pude evitar verla tristeza de su mirada. ¿Qué le pasa? —dijo la mujer, mientras sus ojos se deslumbraban ante las joyas de Patricia.
—Nada, nada. Son sólo problemas del corazón —respondió algo extrañada Patricia.—¿Y usted quién es? —agregó de mala gana.
—Mi nombre es Lázara. Si usted quiere, le puedo leer su futuro y aconsejarle sobre el amor.
—La verdad es que yo no creo en esas cosas. Además, ¿cómo sé que nome va a estafar? —exclamó Patricia desconfiada.
—Nunca lo sabrá si no se atreve a comprobarlo —contestó Lázara astutamente.
—Bueno, está bien. Pero que sea rápido —dijo Patricia para detener lainsoportable insistencia de Lázara.
—Veo un caballero que la está cortejando. No es ni parecido a lo que siempre esperó de un hombre. Ahora cree estar muy enamorada, sin embargo esto no es más que unailusión. Es sólo una oportunidad para salir de la rutina; es una simple aventura —sentenció Lázara mirando fijamente los ojos de Patricia y sin advertir el poco tacto que había tenido para expresarse.—Es una total farsa lo que está diciendo. De todas maneras, las mujeres de clase como yo no se dejan influenciar con estas vulgaridades adivinatorias —descalificó Patricia despectivamente, mientrastomaba su bolso y se retiraba furiosa por la crudeza de la verdad que le acababan de develar.
—¡Oiga, espere! ¿Qué le sucede? ¡Aún no he terminado! ¡Regrese! —gritó Lázara.
Patricia Zimmerman dejócaer un par de billetes, exclamó algunas palabras que resultaron inentendibles a causa de la dirección del viento y se escondió en la infinitud del horizonte.

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Patricia Zimmerman:...