Variados

Páginas: 17 (4097 palabras) Publicado: 13 de septiembre de 2013
EL VIENTO DE LA CORDILLERA
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Cuando sopla el viento norte bajando por la falda de la cordillera del Amambay, su aliento -denso y bochornoso en cualquier otro sitio de la geografía del país- se hace frío y picante de un modo especial.
Al sentirlo, la primera vez, uno queda desconcertado y se pregunta si será alisio o acaso del sur, aunque más bien se podría presumir que viene del oeste pararendirse a la evidencia final de que no puede ser sino viento norte, pues conserva la alienante tozudez de su temperamento, apenas disfrazada con el hálito helado que le roba a la cordillera al rozarla, y lo conserva por algún tiempo, en su camino hacia el sur.
Bernardita se envolvió más estrechamente en el rebozo que le protegía los hombros y la espalda y miró hacia donde Ysoindy había encendidola fogata para pasar la noche.
La india daba de mamar al niño, rubio y brillante al resplandor de las llamas cuyas lenguas crepitaban en lucha contra la cada vez más nutrida oscuridad de la selva.
Bernardita le sonrió por hábito sin esperar respuesta, al encontrarse sus miradas, porque jamás se alteraban los rasgos hieráticos de la india.
Antonio jugaba, curioseando por los alrededores, pero sininternarse en la noche que, como siempre, se abatió de golpe, transformando la selva y al paisaje serrano en una mole compacta y dura, embriagada de ruidos equívocos y susurros extraños que se repetían en un monótono ir y venir en la enmarañada vegetación circundante.
En un extremo de la claridad creada por la hoguera, la carreta en que viajaban parecía dormir junto al buey que la tiraba desdeel comienzo de esa fuga infinita.
Ysoindy se unió a Bernardita y a su hijo Antonio unas dos semanas atrás y, juntos, los tres siguieron adelante, profanando la selva sin senderos, sumidos en la desamparada soledad del miedo.
Hablaban poco, lo indispensable para comunicarse. El resto del tiempo cada uno se mantenía en su isla rodeada del océano propio de brumas y recuerdos o de olvido lo que lesconfería un aspecto patético de monigotes de mirada atónita.
Los últimos seres vivos que vieron eran los hombres de una columna que se movía hacia el sur. De sus cuerpos, sucios y desnutridos, colgaban correosos tendones de tela que alguna vez lucieron como orgullosos uniformes de soldado. En sus ojos hundidos brillaba el destello inmanifiesto del terror.
Cuando ya casi terminaron de pasarfrente al escondrijo que eligieron las mujeres, por temor a sufrir el arrebato desquiciado que el guerrero suele tener hacia la hembra, Bernardita tomó ánimos y corrió para alcanzar a los fantasmas, que posaron sus miradas sobre ella como si fuera un complemento del paisaje agobiado de sol.
Corrió sosteniendo con las manos la falda desflecada de su vestido y al alcanzar al último de la columna ysacudirlo en demanda de información, sólo obtuvo por respuesta una mirada turbia, henchida de indecible desconsuelo.
Bernardita sintió en la nuca los ojos fijos y sin expresión de Ysoindy, con su niño blanco colgado a la espalda en el cesto indio del cual nunca se desprendía y los ojos muy abiertos y asombrados de su hijo, queriendo saber más de ese extraño mundo.
Pero el único contacto con larealidad eran esos esqueletos harapientos y olvidados, era la breve polvareda roja levantada por sus pies descalzos al arrastrarlos sobre la arena del surco que abrían al caminar.
El niño alcanzó a la india un trozo de carne que Ysoindy atravesó con la estaca de tacuara que hacía de asador y la clavó en el suelo, cerca del fuego.
Acomodó al niño rubio a unos metros de la fogata, hasta donde lealcanzaba el calor sin peligro de la salpicadura de las pavesas encendidas que cada tanto esparcía el viento.
-Tiene olor a india- pensó Antonio la primera vez que olfateó en Ysoindy ese olor rancio que despedía la mujer, mezcla de humo de raja y catinga, adherido a su ropa como parte de su personalidad – a india puerca- se dijo para enseguida sentirse avergonzado.
Para Antonio, la huida incesante...
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