Veinte Pisos De Terror

VEINTE PISOS DE TERROR

I

Lo primero que me llama la atención es el viento. Una fuerte corriente de aire que va y viene por el parque. Se mete entre los juegos y hace olas en la pileta. Luego miro hacia arriba y me mareo al verme insignificante entre las torres de veinte pisos donde, según parece, vamos a vivir. Mis padres ya conocieron el departamento. Hablaron toda la semana de lo baratoque está. La de hoy es la segunda visita para ellos y una novedad para mí. El domingo pasado no quise acompañarlos. Digamos que no me entusiasma la idea de mudarme tan lejos, porque voy a perder contacto con mis amigos. Pero –ahora que observo los edificios- me atrae la posibilidad de establecer nuevos récords. ¿Cuánto tardaré en subir hasta arriba de todo por la escalera? Mi actual desafío mecansó. Puedo aguantar un minuto y 58 segundos sin respirar.
El vendedor sonríe y habla sin pausa. Me cae mal. Hace comentarios sobre lo mucho que voy a disfrutar del verde, de la piscina, de las hamacas, de la casita. ¿Qué sabe? Ya estoy grande para esos juegos pintados con personajes de colores. Tengo diez. Aparte, no me gusta que el terreno esté cercado. Parece una prisión. Y el tipo, en cambio,resalta la importancia de contar con un “perímetro de seguridad”. Se refiere a esas rejas de dos metros y medio de alto, terminadas en puntas filosas.
Antes de subir al ascensor de la torre 1, miro a través del vidrio hacia el sector de la pileta. Hace calor, es sábado y sin embargo hay poca gente bañándose. Sólo adultos. El viento, imagino, lo explica. Al salir del agua se siente frío.
Eledificio es moderno, pero los ascensores resultan angostos y asfixiantes. Llegamos al décimo y el vendedor abre la puerta del departamento “A”. El lugar está impecable. Los pisos de madera lustrados, las alfombras nuevas, las paredes y el techo recién pintados. Son cuatro ambientes: living-comedor y tres habitaciones, más la cocina, un baño grande, otro pequeño, el balcón y el lavadero. Además, en elsubsuelo hay una cochera y una baulera.
-¿Qué es eso? –pregunto.
-¿La baulera? Un armario grande con candado para guardar cosas que tenés en desuso o que utilizás de vez en cuando –responde el vendedor-. Tu tabla de surf, por ejemplo.
-Ni tengo tabla de surf –le aclaro.
-Es un decir. ¿Qué deporte te gusta, amigo? –insiste el vendedor, y comete dos errores en uno. Odio que los extraños me diganamigo y que me hagan preguntas estúpidas para entrar en confianza.
Pego media vuelta y lo dejo hablando solo.
-Manuel –me llama mamá en tono de reproche, pero no le hago caso.
Me refugio en el balcón. Aunque estoy afuera, alcanzo a escuchar la conversación de los grandes.
-Hay algo que nos genera dudas –dice papá.
-Pregunten con confianza –sostiene el vendedor.
-¿Por qué venden estedepartamento a un precio tan bajo?
-¿Tiene alguna falla? –simplifica mamá.
-Falla, ninguna –se detiene el vendedor-. Al contrario, tiene todo a favor. ¿Le digo la verdad? Mi consejo fue pedir veinte mil pesos más. Pero el dueño está apurado por vender.
Mis padres se miran y se hacen gestos como buscando uno la aprobación del otro.
-¿Los papeles están en orden? –vuelve a la carga mamá, la más indecisa.-Si no estuvieran en orden, no se podría escriturar –replica el vendedor.
-¿Hay problemas de cañerías, humedad, filtraciones?
-Señora, el edificio tiene cinco años. Es prácticamente nuevo.
-¿Pasó algo grave?
-¿A qué se refiere, señora?
-¿Murió alguien? –quiere saber mamá-. Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía, decía mi abuela
-Y tenía razón su abuela. Pero no. En éstedepartamento no murió nadie. Se terminó el contrato de alquiler con los anteriores inquilinos. Ahora el propietario quiere vender, no hay ningún secreto.
-No sé –dice mamá-. Me gustaría hablar con los vecinos, conocer más el barrio.
-Como quiera, señora. Pero en diez minutos llegan otros interesados y, si vienen con una seña, se la tengo que tomar.
-Permiso –dice papá, agarra q mamá de una mano y...