Veneno de Cristal
Sobrecubierta
None
Veneno de Cristal.
**Donna Leon**
Das Feuer, das in mir glimmt
wird mich nicht verzehren
(El fuego que arde en mí no
me consumirá.)
MOZART, La flauta mágica
CAPITULO 1
Brunetti estaba delante de la ventana,
saludando a la primavera. La tenía justo
enfrente, al otro lado del canal, en los
brotes que empezaban a asomar de la
tierra. Durantelos días anteriores, alguien
—en todos aquellos años nunca había
visto a nadie trabajar en aquel jardín—
habría pasado el rastrillo, aunque él no lo
había notado hasta ahora. Entre la hierba
se veían minúsculas florecillas blancas, y
de la tierra recién removida brotaban esas
otras cuyo nombre no recordaba —eran
amarillas y rosas—, que se entreabrían,
pequeñas pero atrevidas, a ras delsuelo.
Abrió las ventanas y un aire puro
inundó el caldeado despacho, trayendo
aroma de brotes tiernos, de savia nueva o
de lo que sea que en primavera hace bullir
la sangre y despierta atávicas ansias de
felicidad. Observó que los pájaros
picoteaban en el suelo afanosamente, muy
contentos sin duda de que algo hubiera
hecho salir a la superficie los gusanos.
Dos se disputaban un bocado,uno voló y
Brunetti lo vio desaparecer a la izquierda
de la iglesia.
—Perdón —oyó a su espalda y, antes
de volverse, el comisario borró la sonrisa
que tenía en los labios.
Era Vianello, vestido de uniforme y
con una cara mucho más seria de la que
cabía esperar en un día tan hermoso. Al
observar la expresión del inspector y la
rigidez de su actitud, Brunetti se preguntó
si debíatratarlo de usted, formalidad que
habían dejado de lado cuando Vianello
fue ascendido a inspector.
—¿Sí? ¿Qué ocurre? —preguntó
Brunetti con tono cordial, soslayando la
duda protocolaria.
—¿Tienes un momento? —dijo
Vianello, que con el tuteo daba a entender
que la conversación sería de carácter
extraoficial.
Para distender aún más el ambiente,
Brunetti dijo:
—Estaba mirando esas flores deahí
delante. —Señaló el jardín con un
movimiento de la cabeza—. Me
preguntaba qué hacemos aquí encerrados
con este día.
—Es el primero en que se deja sentir
la primavera —convino Vianello,
sonriendo por fin—. Yo siempre hacía
novillos.
—Yo también —mintió Brunetti—.
¿Adónde ibas?
Vianello se sentó en la silla de la
derecha, la suya, y dijo:
—Mi hermano mayor repartía fruta en
Rialtoy allí iba yo. Me fumaba las clases.
Iba al mercado, buscaba a mi hermano y
pasaba la mañana ayudándolo a llevar
cajas de fruta y verdura. Luego volvía a
casa a comer a la misma hora en que solía
llegar de la escuela. —Sonrió otra vez y
luego se rió—. Mi madre
siempre lo sabía. No sé en qué lo
notaba, pero siempre me preguntaba qué
tal por Rialto y por qué no le había traído
unasalcachofas. —Vianello meneó la
cabeza al recordarlo—. Y ahora Nadia
hace igual con los chicos: es como si
pudiera leerles el pensamiento; siempre
sabe cuándo no han ido a la escuela o han
hecho algo que no deberían. ¿Tienes idea
de cómo lo hacen?
—¿Quiénes? ¿Las madres?
—Sí.
—Tú lo has dicho, Lorenzo. Leen el
pensamiento. —Brunetti, estimando que el
ambiente ya estaba más relajado, preguntó—: ¿Para qué querías verme?
La pregunta reavivó el nerviosismo de
Vianello. Descruzó las piernas, juntó
los pies e irguió el tronco.
—Se trata de un amigo. Tiene un
problema —dijo.
—¿Qué clase de problema?
—Con nosotros.
—¿La policía?
Vianello asintió.
—¿Aquí? ¿En Venecia?
Vianello negó con la cabeza.
—No. En Mestre. Es decir, en
Mogliano, pero los llevaron a Mestre.
—¿Aquiénes?
—A los detenidos.
—¿Qué detenidos?
—Los que estaban en la puerta de la
fábrica.
—¿La fábrica de pinturas? —preguntó
Brunetti, recordando la noticia que había
leído en el diario de la mañana.
—Sí.
El Gazzettino, en la primera página de
la sección local, informaba del arresto de
siete personas, efectuado la víspera en
Mogliano Veneto, durante una protesta
«antiglobalización»...
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