VIAJE DEL TERROR

VIAJE DEL TERROR
Llegaron a Rumania un poco antes del atardecer, y perdieron más de tres horas buscando el castillo renacentista que el que el señor David James había comprado. Era un sábado de principios de Noviembre de 1977, frío y bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que supiera algo en las calles solitarias y nublosas. Al cabo de búsquedas inútiles volvieron al automóvil,abandonaron la ciudad por un sendero de cipreses sin indicaciones viales, y una vieja vendedora de artesanías de arcilla les indicó con precisión dónde estaba el castillo. Antes de despedirse les preguntó si pensaban hospedarse allí, y le contestaron, como lo tenían previsto, que sólo iban a cenar. —Menos mal —dijo ella— porque en esa casa espantan. Su esposa y él, no creen en visitantes del más allá, seburlaron de su credulidad. Pero sus dos hijos, de 12 y 13 años, se pusieron dichosos con la idea de conocer un fantasma de cuerpo presente. David James, que además de acaudalado era un anfitrión espléndido y un comedor refinado, los esperaba con una cena de nunca olvidar. Como se les había hecho tarde no tuvieron tiempo de conocer el interior del castillo antes de sentarse a la mesa, pero suaspecto desde fuera era imponente con sus enormes torres y hermosos puentes, además tiene un toque especial de parecer un castillo de cuento de hadas, nada espantoso ni obscuro, cualquier inquietud se disipaba con la visión completa de la ciudad desde la terraza florida donde estaban platicando. Era difícil creer que en aquella colina de casas encaramadas, donde apenas cabían noventa mil personas,hubieran nacido tantos hombres de genio perdurable. Sin embargo, David James les dijo con su humor cabe que ninguno de tantos era el más insigne de Rumania. —El más grande —sentenció— fue el conde Dracul. Así, sin apellidos: conde Dracul, el gran señor de las artes y de la guerra, que había construido aquel castillo de su desgracia, y de quien James les habló durante toda la cena. Les habló de su poderinmenso, de su amor contrariado y de su muerte espantosa. Les contó cómo fue que en un instante de locura del corazón había asesinado a su dama en el lecho donde acababan de amarse de forma brutal al beber su sangre, y después el mismo se lanzó desde la torre más alta de su castillo. Les aseguró, muy en serio, que a partir de la media noche el espectro de Dracul deambulaba por la casa entinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor. El castillo, en realidad, era inmenso y sombrío. Pero con un exterior tan bello y fantasioso, con el estómago lleno y el corazón contento, el relato de James no podía parecer sino una broma como tantas otras suyas para entretener a sus invitados. Los setenta y siete cuartos de novecientos noventa y nieve que recorrieron sin asombro,habían padecido toda clase de mudanzas de sus dueños sucesivos. John había restaurado por completo la planta baja y se había hecho construir un dormitorio moderno con suelos de mármol e instalaciones para sauna y cultura física, y el comedor con bellos muebles modernos donde habían cenado. La segunda planta, que había sido la más usada en el curso de los siglos, era una sucesión de cuartos sin ningúncarácter, con muebles de diferentes épocas abandonados a su suerte. Pero en la última se conservaba una habitación intacta por donde el tiempo se había olvidado de pasar. Era el dormitorio del conde Dracul. Fue un instante mágico y tenebroso. Allí estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y la sobrecama de prodigios de pasamanería todavía acartonado por la sangre seca de la amantesacrificada. Estaba la chimenea con las cenizas que parecían haber sido encendidas hace poco tiempo, el armario con sus armas bien cebadas, y el retrato al óleo del caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de los sobresalientes y reconocidos pintores de esa época que no tuvieron la fortuna de sobrevivir a su tiempo. Sin embargo, lo que más le impresionó fue el olor de rosas...