Viaje
Aquel día habíamos ido a la playa de Horcón a visitar el puerto y para almorzar en uno desus variados restaurantes.
Era un día agradable porque se encontraba despejado y recuerdo con claridad que la briza marina era algo verdaderamente relajante y cómodo.
Cuando nos íbamospasamos a visitar la refinería de metales Enap Ventanas. Era un paisaje muy seco, caluroso debido al metal liquido, grandes cantidades de vapor a presión salían del suelo e innumerablesmontañas/dunas de carbón mineral yacían en algunos vagones de ferrocarril y en la tierra misma.
Un valle abrumador de aproximadamente 2 kilómetros de tierra muerta.
Enormes portones deacero cerraban el paso de cualquier extraño a la finca, el edificio enorme con una chimenea de 100 metros de altura, la chimenea más alta del litoral central.
Cuando mi padre detuvo elauto para que bajáramos y viéramos aquel imponente y escalofriante elefante negro, nos golpeó de frentón una fuerte ventiscada de aire candente y olor metálico calcinado.
Por aqueldeprimente “valle de Mordor” no existía vida de ningún tipo, ni vegetal ni animal.
En ningún momento logre divisar algún trabajador dentro del, aunque lo hubiera las cantidades de vapor nopermitían ver con claridad.
Solo se podía comparar al suelo humeante de un volcán en erupción.
Para mí fue una experiencia inolvidable en primer lugar porque aquel paseo fue el últimoque tuve con mi padre mientras vivió.
Quiero acotar también que el hecho de haber estado frente a frente a una de las más impactantes estructuras metálicas realizadas por el hombre fuemuy importante y lo que significo también para mi ver por primera vez en la vida un lugar tan solitario, deprimente y muerto. Una sensación inolvidable de impacto emocional e imaginativo.
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