viboradecascabel

Páginas: 10 (2333 palabras) Publicado: 25 de septiembre de 2014
Mi querido Armand:
Hoy estamos a 15 de diciembre.
Hace tres o cuatro días que no me siento bien. Esta mañana me he quedado en la cama; el tiempo está sombrío, yo estoy triste; no tengo a nadie junto a mí y pienso en usted, Armand. Y usted, ¿dónde está usted en el momento en que escribo estas líneas? Me han dicho que lejos de París, muy lejos, y quizá ya haya ? olvidado a Marguerite. En fin,sea feliz, usted, a quien debo los únicos momentos alegres de mi vida.
No pude resistir el deseo de darle una explicación de mi conducta, y le escribí una carta; pero, escrita por una chica como yo, tal carta puede parecer una mentira, a no ser que la muerte la santifique con su autoridad y que en vez de ser una carta sea una confesión. Hoy estoy enferma; puedo morir de esta enfermedad, puessiempre he tenido el presentimiento de que moriría joven. Mi madre murió enferma del pecho, y mi forma de vivir hasta el presente no ha podido sino empeorar esa afección, la única herencia que me dejó; pero no quiero morir sin que sepa usted a qué atenerse respecto a mí, si es que, cuando regrese, aún se preocupa por la pobre chica a quien tanto quería antes de marcharse.
He aquí lo que conteníaaquella carta, que me sentiría feliz de volver a escribir para darme una nueva prueba de mi justificación:
Recordará usted, Armand, cómo la llegada de su padre nos sorprendió en Bougival; se acordará del terror involuntario que aquella llegada me causó, de la escena que tuvo lugar entre usted y él y que usted me contó por la noche.
Al día siguiente, mientras estaba usted en París esperando a supadre, que no volvía, se presentó un hombre en mi casa y me entregó una carta del señor Duval.
Aquella carta, que adjunto a ésta, me rogaba en los términos más solemnes que lo alejara a usted al día siguiente con cualquier pretexto y que recibiera a su padre; tenía que hablar conmigo y me recomendaba sobre todo que no le diera a usted nada de su petición.
Ya sabe con qué insistencia le aconsejé a suvuelta que fuera otra ver a París al día siguiente.
Hacía una hora que se había marchado usted cuando se presentó su padre. Excuso decirle la impresión que me causó su rostro severo. Su padre estaba imbuido de las vigas teorías, que quieren que toda cortesana sea un ser sin corazón, sin razón, una especie de máquina de coger oro, siempre dispuesta, como las máquinas de hierro, a triturar la manoque le tiende algo y a desgarrar sin piedad, sin discernimiento, al que la hace vivir y actuar.
Su padre me escribió una carta muy correcta para que yo accediera a recibirlo; no se presentó en absoluto como había escrito. Hubo en sus primeras palabras la suficiente altanería, impertinencia e incluso amenazas para que yo le hiciera comprender que estaba en mi casa y que no tenía por qué darlecuenta de mi vida, a no ser por el sincero afecto que sentía por su hijo.
El señor Duval se calmó un poco, y con todo se puso a decirme que no podía sufrir por más tiempo que su hijo se arruinará por mí; que yo era hermosa, cierto, pero que por hermosa que fuese no debía servirme de mi hermosura para echar a perder el porvenir de un joven con gastos como los que yo tenía.
A eso no había más que unacosa que responder, ¿verdad?, y era enseñar las pruebas de que desde que era su amante no me había costado ningún sacrificio serle fiel sin pedirle más dinero del que pudiera darme. Le enseñé las papeletas del Monte de Piedad, los recibos de las personas a quienes había vendido los objetos que no pude empeñar y participé a su padre mi decisión de deshacerme de mi mobiliario para pagar mis deudasy para vivir con usted sin serle una carga demasiado pesada. Le conté nuestra felicidad, la revelación que usted me había hecho de una vida más tranquila y más dichosa, y acabó por rendirse a la evidencia y tenderme la mano, pidiéndome perdón por su forma de presentarse al principio.
Luego me dijo:
––Entonces, señora, no será con reprensiones ni amenazas, sino con súplicas, como intentaré...
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