vida y muerte de la imagen
Materia: Lectura y comentario de textos
Libro: Vida y muerte de la imagen
Autor: Regis Debray
Un emperador chino pidió un día al primer pintor de su corte que borrara la cascada que
había pintado al fresco en la pared del palacio porque el ruido del agua le impedía
dormir. A nosotros, que creemos en el silencio de los frescos, laanécdota nos encanta.
Y nos inquieta vagamente. Su lógica nos hiere, y, sin embargo, ese encanto despierta en
el fondo de nosotros una sospecha adormecida: como una historia íntima más olvidada
que perdida, aún amenazadora. Pero muy lejana. Después de todo, China es el Otro de
Occidente… Esos insomnios no se dan entre nosotros.
Pero, ¿de quién nos llega este consejo: “Hace gran bien a los quetienen fiebre ver
pinturas que representan fuentes, ríos y cascadas. Si alguien, de noche, no puede
conciliar el sueño, que se ponga a contemplar fuentes y le vendrá el sueño”? De Leon
Battista Alberti, el gran arquitecto del Renacimiento florentino.1 Un hombre de aquí, de
aquellos que definieron el ideal humanista.
Esto es ya más comprometedor. Así, el hombre racional del siglo XV todavíacreía
en sus imágenes para entenderlas. El agua pintada que molestaba al chino sosegaba al
toscano. En los dos casos, una presencia atraviesa la representación; la frescura de la
onda contemplada pasa al cuerpo contemplativo. Sin embargo, la de las fuentes no es
agua bendita. Al margen de los espacios litúrgicos y de todo vínculo sacramental, la
mirada asegura una comunicación de las sustancias,de lo visto al vidente. La imagen
funciona como mediación efectiva. ¿Cómo ha sido posible esto? ¿Y qué ha cambiado en
nuestro ojo para que la imagen de una fuente no pueda ya saciar nuestra sed, ni la
imagen de un fuego calentarnos?
Posiblemente, estas preguntas no son tan anodinas como parece. Dos anécdotas,
sí; pero dos anécdotas que reavivan en nosotros antiquísimos vértigos. Espectro,reflejo,
doble o sosía continúan manteniendo, no ya el terror, sino un tenaz halo de equívoco.
Como si el incierto estatuto de la imagen no dejara de hacer vacilar nuestras certezas
más firmes.
Nosotros, en verdad febriles, preferimos un analgésico a la visión de una marina.
Nuestras imágenes sagradas ya no sangran ni lloran. Si les hablamos todavía a media
voz, solos, en la penumbra, es porinadvertencia. Ya no creemos de verdad que la
estatua de santa Genoveva protege a París y que la Majesté de Sainte-Foy, en Conques,
cura la lepra y las hemorroides. Ya no cubrimos los espejos cuando hay un muerto en la
casa, por miedo a partir con él, como se hacía antes en el campo, y clavar alfileres en la
foto de nuestro enemigo ya no es una manera útil de matar el tiempo. Salvo para losiluminados, los efectos de imagen tienden a caer en el ámbito común: buenas
costumbres y malas influencias. Pornografía y televisión. Pasan, si se quiere, de la
competencia de los teólogos a la de los prefectos y de los etnólogos a los magistrados, o
sea, de lo sobrenatural a la administración de los espacios comunes. ¿Es que ha perdido
su misterio la fuerza activa de la imagen? Todas lasapariencias indican que no.
1
De Re aedificatoria, libro IX, 4 (1452). Véase Paul-Henri MICHEL, La Pensée de L. B. Alberti, París,
Les Belles Lettres, 1930, pág. 493.
Sin duda, nuestro ojo se ha vuelto un tanto agnóstico, o está ya saturado, para
mirar los techos de la Capilla Sixtina sin ruborizarse ante las desnudeces que un día un
papa “retrógrado” se creyó en la obligación de cubrir contaparrabos. Sin duda, ya nadie
pide, entre nosotros, que se bajen a las reservas los desnudos de Boucher, como los
ayatolás exigieron del Museo de Bellas Artes de Teherán. Nos reímos, satisfechos, de
esos retrasados, olvidando que sus reflejos fueron los nuestros hasta ayer mismo. Y que
en París, esta mañana, unos cristianos han puesto bombas en un cine para destruir una
pantalla sacrílega y...
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