Vida.
Uní nuestros labios impaciente, encantado con la forma en qué nuestras bocas encajaban, a la perfección, como si el destino quisiera mantenerlas así por siempre.
Deborah llevó sus finosdedos a mis bucles, enredándolos y desarmándolos una y otra vez, bajando por el cuello y hombros, jugando con la piel e hincando los dedos allí. Jamás me había sentido tan vivo, ni voluble ante lassensaciones.
Llevaba apenas tres días con la mujer más maravillosa de todas, y las cosas no podían marchar mejor, todo el mundo lo sabía desde hace unas horas atrás. Hundí mi rostro en su cuello,recorriéndolo desde la mandíbula a los hombros, con besos pequeños en cada centímetro de piel y lunares, y haciéndola reír.
- ¿Qué es tan gracioso? –exageré, llevando mis besos hasta el lóbulo desu oreja– ¿he tocado algún punto débil?
- No, es sólo que el sonido de tus labios en mi piel es enervante. Muy sonoro –dijo cubriéndose con la sábana hasta el cuello, impidiéndome continuar elrecorrido, y sin dejar las carcajadas.
- Linda, te quiero –deposité un beso en la punta de su nariz, ya fría.
- Te quiero más.
Las cosas jamás habían marchado así de bien, conmigomismo, y con alguien más. Una acompañante. Estaba seguro de que podía llamarla una estrella, o un manjar; Deborah era la persona con más vida, y con eso me refiero a que estaba (y siempre estará) llenade vida, porque el fuego vive en ella, y no puedes apagarlo. Aunque no sabría decir cuando me fijé en ella, creo que simplemente siempre me encantó.
- Nunca he pisado el freno de mano, ¿creesque podrías enseñarme? –dijo tomando mi rostro entre sus manos, sonriente.
- Cada día haces algo nuevo, deberías enseñarme a hacerlo –insinué por respuesta.
- ¡Es sencillo! VeamosNicholas, ¿qué has querido hacer o tener siempre? –besó una mejilla, y la rozó con la nariz.
- Esa es una pregunta sencilla, saltar en bondi –sonreí.
- ¡Tonto! Algo pequeño, no aventuras...
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