Vida
José Luis Aliaga Jiménez Dpto. de Lingüística General e Hispánica-Universidad de Zaragoza
Al considerar las relaciones entre la lengua y el género (la identidad de género) hay que tener presentes, en primer lugar, las coordenadas fundamentales desde las cuales cabe plantearse la cuestión. Porejemplo, son varias las posibles perspectivas y objetivos del análisis. Así, debe diferenciarse nítidamente entre el estudio y delimitación de generolectos femeninos o masculinos (conjunto de usos verbales empleados
preferentemente por las mujeres y los varones, respectivamente) y la identificación del sexismo y el androcentrismo lingüísticos (discriminación verbal de género dirigida particularmentecontra las mujeres). Es este último fenómeno el que puede dar lugar, en su caso, a una política y
planificación lingüísticas de inspiración feminista, como de hecho ocurre de
forma más o menos articulada en varios estados y entidades políticas de diverso rango. De otra parte, desde el punto de vista histórico puede afirmarse que el habla de la mujer ha sido objeto de valoración explícita desdelos comienzos mismos de la cultura occidental. Por lo general, los juicios que ha merecido, negativos casi siempre, se han sustentado en un prejuicio androcéntrico: el carácter neutro o no marcado del comportamiento lingüístico del varón. Se trata, por lo tanto, de una manifestación del prejuicio que ha servido como rasero para enjuiciar, de modo desfavorable por lo general, cualquier rasgo oactitud considerados propios de las mujeres. Pero desde los años setenta del siglo veinte, los estudios lingüísticos que se nutren del pensamiento feminista han desmontado
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convenientemente ideas precientíficas tales como la mayor tendencia de la mujer al parloteo, el chisme o la maledicencia, o su escasa aptitud para expresar un pensamiento complejo a través de un léxico especializado o deuna sintaxis abundante en nexos de subordinación. A su vez, la lingüística feminista ha generado diversos modelos explicativos para dar cuenta de las diferencias verbales entre mujeres y hombres. El paradigma de la dominación, por ejemplo, vincula las propiedades del habla de la mujer a la subordinación social que esta padece. Según esta interpretación, las mujeres se verían empujadas a uncomportamiento verbal dubitativo y carente de asertividad debido a su posición de debilidad en el reparto social del poder. Por su parte, el modelo de la diferencia sostiene que hombres y mujeres pertenecen -de manera más o menos esencial o inamovible- a distintas subculturas caracterizadas por una producción simbólica particular, incluida la producción verbal. En este modo de entender las cosas, el hablade la mujer está necesitada de una revalorización social y no de una adaptación a los modelos masculinos, como se propone en ocasiones desde el paradigma de la dominación. Por otro lado, si se atiende a los elementos verbales que suelen ser objeto de estudio, es preciso catalogar tres tipos de fenómenos no necesariamente relacionados. Por un lado, el estereotipo de género, originado en unacreencia popular. Por ejemplo, la idea de que las mujeres hablan mucho más que los hombres. En cambio, un marcador de género es una unidad o comportamiento lingüísticos que, examinado científicamente, resulta de uso exclusivo o preferente por parte de las mujeres (o de los hombres o de otros grupos con identidad de género distinta de las anteriores). Así, la sociolingüística ha demostrado que muchosestereotipos como, concretamente, el carácter parlanchín de las mujeres en comparación
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con los varones, no son, ni mucho menos, marcadores de género. En este caso el estereotipo es, ante todo, un prejuicio. Aparte se sitúan los
indicadores de género, esto es, las huellas de la identidad de género en el
entramado morfosintático de una lengua. En el caso del español (y del resto de...
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