Villas de emergencia en Buenos Aires

Las villas dan lugar a dos visiones deformadas de la realidad, igualmente nocivas y peligrosas. Existen quienes le endilgan a estos barrios marginados la génesis de la mayoría de los males que nos aquejan como sociedad. Y están también los que ven a las villas como comunidades de amor y solidaridad, una especie de Patria Grande hermanada en pocas hectáreas. La villa, vista desde afuera, pareceuniforme, pero no lo es.
Nací en Tucumán hace veintiocho años. Mientras cursaba mis estudios universitarios en Buenos Aires, casi diez años atrás, la conocí y me enamore: la villa 21, en el barrio de Barracas. Llegué de la mano de un cura amigo, quien al comentarle algunas inquietudes me presentó al Padre Pepe. El me abrió las puertas de la Parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé de par en par,y desde ese momento, la comunidad se convirtió en mi segunda familia.

Durante estos años hemos crecido juntos como barrio, compartiendo cunas y cajones, trabajando codo a codo por un ideal, vivir en paz en una ciudad más justa. Un sin fin de campamentos, campeonatos, apoyos escolares, comedores, granjas de rehabilitación, hogares de ancianos, centros barriales. En fin, muchas vidas, muchavida.

Las villas dan lugar a dos visiones deformadas de la realidad, igualmente nocivas y peligrosas.

Existen quienes por desconocimiento, prejuicio, o simple mala leche, le endilgan a estos barrios marginados la génesis de la mayoría de los males que nos aquejan como sociedad: -son todos chorros, drogadictos, narcos; viven así porque quieren, a costa de los que laburamos, con un estado quemantiene vagos a cambio de votos-. Están también los que, con cierto romanticismo adolescente, ven a las villas como comunidades de amor y solidaridad, una especie de Patria Grande hermanada en pocas hectáreas.

Pero “la villa”, vista “desde afuera” parece uniforme, pero no lo es. A fin de cuentas, aquí viven personas, y las personas somos bichos complicados.

El pasado martes 9, mientras leía lanota de La Nación sobre el crecimiento poblacional en estos barrios porteños, intuí que la respuesta no se haría desear. Es el toma y daca con el cual nos hemos acostumbrado a convivir, un truco y re truco que nos disminuye. Porque al final del día lo importante aquí no son los datos y los indicadores socioeconómicos, las políticas públicas adoptadas (u omitidas), la asignación cuidadosamentesopesada de las responsabilidades (y las sanciones pertinentes); no interesa que el paco nos este ganando el partido por goleada, o que hayamos dejado a los pibes a su suerte.

Estrepitosamente hemos fracasado, como sociedad, como proyecto común, como ideal; el problema más grande de Argentina es la extrema pobreza y la marginalidad sufrida por cientos de miles de personas, niños en su granmayoría. Y sin embargo, este reconocimiento es la puerta de salvación. Sin tomar conciencia del lugar exacto donde estamos parados con respecto al problema es imposible trazar caminos verdaderos. Es necesario un exhaustivo examen de conciencia en todos los niveles: los medios de comunicación, el empresariado, los organismos de gobierno, el poder judicial, las organizaciones de la sociedad civil, loshospitales, las Iglesia. Nadie puede pensar “a mí no me toca” porque hacer lugar es responsabilidad de todos.

Durante los últimos años tuve la oportunidad de trabajar en el Hogar Niños de Belén, un pequeño lugar que acompaña y cobija a la gente en situación de calle que tiene serios problemas con el paco. Allí corroboré que la exclusión se paga con sangre, y que el desafío que tenemos en frente estitánico. Cientos de personas hechas jirones, a la vera del camino, haciéndose lugar como pueden. También me ayudó a intuir posibles caminos: la necesidad de un Estado y una sociedad presentes, abrir la cancha, pensar, escuchar, empoderar, hacer lugar. Esta historia que viví y les cuento abajo va en esa línea.

Cuando la vi por primera vez sentí mucho dolor: la Colo, mi edad, veintitantos,...