Violencia Politica
El país atraviesa una crisis tan profunda del Estado que el poder político, aun con plena legitimidad de origen, puede carecer de herramientas y recursosoperativos que permitan garantizar condiciones de paz y protección mínima a la ciudadanía.
El caso colombiano se distingue nítidamente en el contexto regional por la presencia del narcotráfico y depoderosos grupos irregulares militarizados, la más antigua guerrilla subsistente y las bandas paramilitares. Un asentado poder económico que tiene sus bases en la producción interna y la comercializaciónexterna de drogas y un poder armado con control sobre áreas territoriales del interior del país, han avanzado sobre una erosión sistemática de las capacidades estatales al cabo de cuatro décadas deguerra interna y más de diez años de desafío abierto del narcotráfico.
Desde entonces, Colombia ha experimentado todo lo imaginable: desde atroces atentados y violentas campañas represivas hasta treguas ynegociaciones que llegaron incluso a un reconocimiento de las fuerzas insurgentes y a principios de acuerdo para una solución pacífica.
También se buscaron distintas alternativas frente a loscarteles de la droga, desde la persecución y el encarcelamiento o muerte de sus líderes hasta el reconocimiento de los mismos como fuentes de financiamiento y el impulso a infructuosos planes de sustituciónde cultivo con respaldo norteamericano.
Pero las vías de resolución pacífica se fueron estrechando hasta desembocar en callejones sin salida.
Cuanto menos, resulta absurdo montar una tremendaguerra en nombre de la paz. Son dos conceptos que no casan de ninguna manera.
El ser humano tiene una temible capacidad de adaptación al horror, lo que se convierte en otro de los daños colaterales.
Ellargo y sinuoso conflicto armado entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) tiene hoy en el intercambio de rehenes por prisioneros uno de sus candentes...
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