virtudes de la bicicleta
Página I del cuaderno de González. Por Samuel Schkolnik
En la penumbra del zaguán duerme su liviano sueño la bicicleta. No hay condición más modesta que la suya:antecesora del avión, prima del automóvil, hermana de la motocicleta, se distingue empero de sus rumbosos parientes en que no promete sino lo que es capaz de dar. Obra de artificio, y sin embargo veraz,nada en ella anuncia una velocidad de vértigo ni una eliminación completa del esfuerzo humano: basta con atender por un momento a su escueta arquitectura, para saber que nos transportara de un lugara otro siempre y cuando nos repartamos con ella ese trabajo.
Aceptada la declaración de humildad que su presencia conlleva, se nos revela no obstante que ese rígido esqueleto, ese manubrio, ese parde ruedas, lejos de reducirse a una materialidad yacente, configuran una materia dispuesta al júbilo del movimiento, como si su apariencia de quieta cosa hubiese cifrado una invitación a la marcha,que nuestros torpes hábitos, hechos a ruidosos mecanismos de arranque, no sabían percibir.
Seamos sensibles a esa recatada señal; que nuestra capacidad de responder no se limite al públicoofrecimiento recibido en la trajinada calle, sino que se ahonde hasta hacernos alcanzables también por el gesto sutil que se nos destina en un recogido zaguán. Montemos, en fin, la bicicleta, démonos a lalevedad de su andadura, echemos a rodar en el fino encordado de sus ruedas el sosegado compás de los pedales por el que se obtiene el equilibrio, y nos será dado a conocer con maravilla su corazón deave pedestre, su sabia manera de acceder a la gracia sin desacatar la gravedad: solo dos puntos de contacto con el suelo mientras lo demás de su estructura se yergue vertical, avanza, corta el aire ysuscita el cabrilleo de la luz en sus metales.
Acaso para dar más fuerza a un sentimiento de levitación como el que ahora nos aligera el alma, fue que los hermanos Wright, en su negra bicicletería,...
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