vision cristiana de la muerte

La ayudante del fatalista.

Caía la tarde fresca de Octubre, y mientras el sol buscaba su escondite en las montañas un velo de matiz sombrío marcaba su paso entre las calles desiertas de la ciudad. Todo parecía indicar que se iba a gozar de una noche tranquila y pacífica. Una misteriosa mujer, sumida en sus pensamientos, pretendía leer el desgastado menú. Un poco exasperada, la camarera al verla indecisión de su única cliente decidió acercarse para ejercer presión en ella.
- ¿Ya sabe que desea?
La mujer dejó salir el aire que había acumulado en su pecho en un profundo suspiro, -mortalidad o normalidad es lo que más añoro-.
- ¿Disculpe? No pude escuchar su pedido- le respondió la mesera con una sonrisa que destilaba hipocresía entre los huecos que formaban sus dientes chuecos.
-Y yo no logro comprender tu desesperación.
- Siendo honesta, eres la única aquí y presiento que esta va a ser una noche lenta, así que seguramente me van a dejar salir antes.- respondió la mesera con ojos ilusionados.
-Entonces no te preocupes, ni te alteres. Dentro de aproximadamente quince segundos entrará por esa puerta una joven pareja que está celebrando su aniversario. Y en trece minutosmás llegarán los familiares y los amigos más cercanos. Luego en media hora, más de diez clientes se presentarán aquí. Quizá no llenen el local, pero estoy segura que esta noche va a ser una de las más ajetreadas de tu vida. Ahora, volviendo al cuestionamiento sobre lo que voy a ordenar para comer, será un café y un panqué de limón, por favor.
La puerta se abrió, y por ella entró una joven parejaextasiada y feliz. Los ojos de la camarera saltaron de sus órbitas por la sorpresa. Rápidamente intentó alejarse de la mesa donde se encontraba aquella mujer, pero un apretón en el antebrazo de la camarera la obligó a voltear para encarar a la mujer de nuevo.
- Si tú te hubieras retirado temprano hoy, muy probablemente hubieras encontrado a tu hombre en cama con otra mujer. Entre más rápido lodejes, mejor. Mereces alguien mucho mejor, Pamela.
Pamela la mesera, de manera precipitada corrió hacia la cocina sumamente alterada. La misteriosa mujer de manera tranquila y sin inmutarse giró el rostro para observar la tienda de vinos que se encontraba frente a ella, a través de la vitrina de la panadería.

El viejo departamento de Susana despedía olores que ni el mismo cementerio podíaprovocar. Su gato no había comido en más de tres días y ya parecía que quería estirar la pata. La botella que contenía sus pastillas para dormir estaba tirada en el suelo y hasta las cucarachas sabían que era mejor no acercarse a ella. Bien se podría decir que aquello había sido la escena de un crimen, o un simple caso de suicidio, tal era el caos que se mostraba. La luz roja y cegadora que emitía sureloj de mesa, y que marcaba las seis y media de la tarde, la despertó con un tremendo dolor de cabeza. Cuando se cambió de lado para poder evitar esa luz, se fijó en la desconocida figura del hombre que se encontraba a su lado. Silenciosamente se bajó de la cama y caminó hacia su baño/armario. Ante la indecisión sobre si se bañaba o no, prefirió solo ponerse su vestido de coctel favorito y sustacones altos. El maquillaje y el peinado del día anterior todavía sobrevivían a esta noche. Las desventajas de vivir de noche, pensó. Pasó taconeando a lado de su cama, pero cuando sus sábanas se empezaron a mover, ella ya había cerrado la puerta.

- ¿Joven Federico, donde quiere que ponga las flores?- se preguntaba la pobre señora Fernanda, su ayudante.
La vinatería de Federico iba a sertestigo de una de las mejores degustaciones de vino que se haya hecho en la ciudad. Una fiesta con gente importante, música y ambiente. Pero más importante aún, era la noche donde Federico mismo iba a realizar uno de los saltos más grandes e importantes de su vida.
Federico le indicó a su ayudante que pusiera las flores a un lado de los quesos en la mesa que se encontraba en el centro.
- Excelente...