Vivir la lectura
Leer libros sin vivir es sin duda un acto en extremo vacío y carente, como es lógico, de alguna significación. A medida que se vive se percata uno de las diferencias notables que seestablecen en la realidad literaria y en la realidad cotidiana. Quizá buena porción de aquello a lo que denominamos literatura fantástica surge a raíz de experiencias vivenciales sumidas en la noche delalma. Allí están los cuentos de Poe, Horacio Quiroga, Cortázar, que son material ilustrativo de primera mano, donde un hecho real pone en marcha todo el engranaje fantástico camuflajeado en lacotidianidad. El realismo mágico, instaurado en la literatura por Gabriel García Marquez, con discípulas más o menos falaces como Laura Esquivel e Isabel Allende, no es más que la constatación metafóricade una realidad que esta en el ambiente cotidiano. Un ejemplo clásico es ese cuento del ángel que viene a buscar al niño enfermo. Hasta ahí lo real. Luego viene García Marquez y patentiza a ese ángel,que es una superstición religiosa en boca de nuestros abuelos, y lo convierte en un anciano con alas al que encierran en un gallinero.
Nuestra vida esta conectada con “algo” que sobrepasalos razonamientos lógicos. A ese “algo” lo llamamos magia, azar y otros conjunto de nombres que designan lo innombrable. Si muchos autores utilizan la materia prima de esa realidad ( que se escapaa las miradas atentas, que ablanda los objetos, que materializa ángeles y demonios, que metaforiza el amor y los sueños ) para escribir sus novelas, es necesario como lector vivir las vicisitudespropias de esa realidad fantasmagórica, para comprender muchos personajes como el Quijote, Enma Bovary, los tres mosqueteros, el monstruo creado por Frankenstein.
Este juego de espejos...
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