volver a empezar







Augusto Moroni Zárate Collantes


Dedicado a Américo, hermano, amigo mío. Vivo para decirte gracias y contar de héroes anónimos como tú.
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“Solo cuando estamos en el momento más crítico de nuestra existencia nos damos cuenta: la vida es simple…tener salud”.Aprendí. Mi principal problema ha sido siempre la primera palabra para escribir. Pero esta vez puedo decir con total convicción al empezar este libro: Aprendí. Aprendí que tengo un propósito en la vida, y ese propósito es hacerte entender con mi vida, o con lo que queda de mi precaria salud que la vida es un hermoso regalo. Pocos lo sabemos apreciar y sólo en desgracia nos damos cuenta de suenorme valor. Y yo soy un afortunado al volver.
Este no es un esfuerzo por decir algo agradable o comercial. Quiero hablarte simplemente desde donde me duele, desde donde tengo miedo. Sólo quiero abrirte mi corazón, quiero tal vez sangrar. No busco que te compadezcas de mí. Quiero que sientas que tu vida es maravillosa. Estás con salud.
Me tocó escribir desde esta cama del hospital. Amí, que hace meses podía andar orgulloso sin valorar ni agradecer la vitalidad que tenía. No pretendo ser sabio, ni sensible, ni profundo. Solo quiero expresarte abiertamente lo que siento, ahora que no puedo siquiera levantar la mano.

Este es mi testimonio.








I

–Toma esto para que te sanes – alguien me alcanza una botella de agua Socosani con un sobre de sal deAndrews.
Es mi primito de 12 años. Eso es lo último que escucho y pierdo el conocimiento.
Estoy tirado en mi cama, solo. Mi abuela me ve. No sabe qué hacer con este cuerpo inerte. Está casi petrificada de miedo. ¿Cuánto tiempo estoy agonizando inconsciente en mi cuarto? No lo sabré. Respiro con dificultad... Es mi final… Pero unos amigos aparecen sin que nadie los llame. Me llevan en un taxi.Me hacen entrar por emergencia al Hospital. Américo, mi amigo empieza a recorrer el hospital buscando ayuda. No tengo esperanzas de vivir, todavía no se sabe que es una diabetes fulminante y muchas otras disfunciones que han hecho colapsar mi cuerpo. Américo llama, toca puertas buscando ayuda. Mi vida está en sus manos.
Pasan dos días más. Me llevan a UCI (Unidad de CuidadosIntensivos). Doctores y enfermeras batallan por mi vida. Las recetas salen una y otra vez. Américo los recibe. Se necesita dinero para comprar los medicamentos. Él hace milagros para conseguirlos. Una mano invisible provee el dinero. Allí se muestra la verdadera manifestación de Dios y yo no veo.
Pasan 6 días.
Son días de inconsciencia. No me doy cuenta que a mi rededor hay tanta gente que estáluchando por salvarme. No me conocen. Ellos han nacido para salvar vidas en el anonimato.
De pronto abro los ojos, quiero ubicarme: “¿Dónde estoy?” Escucho música, es una salsa: “…Puerto Rico…” “…Ah estoy en Puerto Rico. ¿Tan lejos he llegado en este tren?” me digo. Y me alegro: “Me falta poco para llegar a Panamá”.
No entiendo por qué estoy conectado a estos tubos y sondas por todas partesde mi cuerpo. Quiero mover la mano. ¿Qué me sucede? Hago todo el esfuerzo, ¡imposible!
Intento hablar, nada. ¡Grito!, pero mi boca no me obedece. Miro arriba. Hay un reloj en la pared, tan pero tan lento que avanza. Nunca más lento en mi vida toda.
Ya sé, no estoy en mi cuerpo, esta cosa inerte. Yo soy un espíritu, puedo volar, moverme, hablar.
Cinco días más. Recién entiendo: “…Estoyen un hospital…”.
“¡Agua! ¡Agua!” grito. Una sed quema mi garganta. Nadie me escucha. Veo una jarra de agua a unos metros pero a millones de metros de mi cuerpo que no obedece. ¡Cuánto valoro el agua en este momento!
Vienen a atenderme. ¡Yo solo quiero agua! Es una sesión de inyecciones y mil cosas, yo no entendiendo, pero duele mucho. Alguien, bendito sea Dios, apaga el incendio en...