Wade davis

Ecología, Págs. 4 y 5
Nuestro ajeno Amazonas

“La tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida, es sólo una hebra de ella, todo lo que haga a la red, se lo hará a sí mismo. Si le ocurre a la tierra, les ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia”.Pedro Pablo Sacristán.

Por: Óscar Villegas Restrepo
Estudiante de Lic. En Literatura.
Wade Davis, hombre de mirada apacible y cerca de un metro noventa de estatura, compartió su experiencia en esta tierra desangrada, y subrayó la urgente necesidad de conservar las culturas que pueden cortar la hemorragia mientras muchos fingen no darse cuenta. También, su maestro, Richard Evans Schultes y sulabor botánica, fue uno de los temas del conversatorio realizado el pasado cuatro de febrero en la Universidad del Valle.

Davis, ahora Escritor, Etnobotánico, Antropólogo y Fotógrafo, llegó a Colombia como estudiante en 1974 para convivir en el terreno de “los indios”. Le esperaban en el monte, sin que supieran de su llegada, poblaciones primitivas atoradas bajo los escalones occidentales, sinchance alguno de ascender al camino sin orillas de la civilización. Eran comunidades de “gente sucia”, como la nominó la aristocracia bogotana. En ese momento, y desde tiempo atrás, el indígena que encontró Davis ya cargaba bajo sus párpados un saco repleto de sometimiento y desgracia al que siempre le cabe un poco más. Tres décadas antes de su viaje a la selva, allá por el año 1941, el atropelloestadounidense entró al Amazonas colombiano tras el velo de verdaderos fines botánicos.

Davis, desbordado de orgullo y admiración nos presentó, en el auditorio 4 de la Universidad del Valle, los recuerdos del explorador enviado ese año, el mismo que fuese su maestro y le hablara sobre un río místico. Uno que majestuosamente surcara la selva más grande del mundo con la agilidad de la anaconda.Río en el cual experimentaría procesos que, según Schultes, de salir con vida de la selva, lo haría totalmente renovado, convertido en un hombre sabio. Schultes era un personaje por demás excéntrico; el primer miembro de su humilde familia en ir a la universidad; sumido en una obsesión estudiosa por las plantas y la selva; profesor que disparaba cerbatanas en clase, que ponía en la entrada delaula un balde con capullos de peyote (alucinógeno cactus mexicano) para quien quisiera experimentar en el laboratorio.
Un hombre de mucha importancia en el campus universitario de Harvard, reconocido tanto por ser el explorador que parió la era psicodélica de los sesentas con su descubrimiento de los hongos mágicos en México, y resolver el misterio del Teonanácatl, “la carne de los dioses”, cuantopor ser el “padre del Amazonas”, donde algunas oníricas reservas y montañas del bosque húmedo llevan su nombre. Así, se hace difícil creer que tuviera ideas políticas extremadamente conservadoras, que no creyera en la revolución americana y su voto estuviera asegurado siempre en las urnas del norte estadounidense. Entonces debería ser alguien así quien viniera; un apasionado por este mundoprimitivo pero tan del primero, que pudiera hacer lo que se le mandaba desde allá.

En uno de los nueve libros de Davis traducidos al español, La Amazonia Perdida, nos cuenta que al venir Schultes a Colombia, además de su espíritu explorador y el deseo de descubrir plantas para registro botánico, tenía una misión de estado: encontrar caucho. Sin embargo, la Amazonía que encontró no era inocente; porincumplimientos en la recolección del látex que se extraía de “el árbol que llora”, los ancianos, mutilados por terratenientes, ya vivían sin orejas, ojos, manos, y sus pasos destilaban la sombra del desastre cauchero que nos relata La Vorágine del maestro Rivera.

Schultes llegó a Bogotá un domingo de septiembre del 74, subió a un tren e hizo la primera parada en el cerro de Monserrate. Ahí,...