watafakiu

Páginas: 8 (1972 palabras) Publicado: 14 de octubre de 2014
Te traje la mañana

Marcela VEGA
Ayer vio las estatuas de los próceres, héroes de piel intacta y rictus serio, siempre enderezados, con amplias espaldas, brazos firmes y mirada trashumante. El no es un héroe, su espalda se encorva, le cuesta tanto trabajo levantarse, quedarse estático y valiente. el no es un héroe, ¿conoces acaso algún héroe que abra los ojos incrédulo, cada día, con menoscertezas sobre la mesa de noche? ¿Conoces acaso algún héroe que abra los ojos? Los héroes no tienen que abocarse al espanto de abrir los ojos cada mañana, los tienen siempre abiertos y sin pupilas, de manera que si ven, ven tanto que ya ni ven.
Pero el, que no es héroe, tardíamente abre los ojos encendidos de emociones tan variables, abre los ojos por ese deber biológico de ver las cosas.
Escomún que en esa primera irrupción de luz, le resulte poco claro si esta sólo o no, hasta el momento en que su mirada es atravesada por la respiración de la más fiel de sus amigas, la testigo de su envejecimiento, tal vez, la única certeza cierta, pues no se aloja disparatadamente en una mesita de noche sino en su cama desde hace más de cuarenta años. Ella coloca una mano rugosa y gruesa, afable yamplia sobre su huesudo hombro, prometiendo con su gesto sostener algunos años que siento, ya no me quedan.
Dicen los autores épicos, que cuando una persona se entrega a una causa, casi enceguecido o enceguecida por el ardor de humanidad, camina por su senda heroicamente, salvando al mundo, denunciando injusticias, ayudando al débil. Nunca vuelven a cerrar los ojos de manera que aunque vean, detanto ver, ya no ven. El no es un héroe, ni su vocación le ha enceguecido. Enceguecerce sería una suerte. No hay mañana en que no sienta ardor en los ojos, por la obligación de ver. Hoy en particular le arden como quemaduras, los negativos de una pesadilla impresa en su retina, la misma de la eterna diáspora a la que nos arrojó esta opción de vida, ahora pues, sumamente gravosa.
Ayer vio lasestatuas de los héroes tan iguales unas a las otras, que parecían factura del mismo fanático adulador. Se quedo esperando un parpadeo, una gota de sudor, una mueca de agotamiento debido a la eterna enderezada posición de la columna. Las estatuas están al pie de la estación de policía, augustas y despreocupadas del nomadismo, que sí tiene que vivir ella y el, ella, su mano rugosa y tibia. En esavisita a la estación, ella, la mano que revitaliza su hombro en las mañanas, contenía su ira e inteligente interrogaba al arrogante señor emulador de héroes, acerca del paradero de Luisa, Ernestito y Brian… y Juan José, Ricaurte, Los Gemelos, Richard, María Helena, Santiago, Pitufo, el negro, Silvana, Antonio, Luis Antonio, Robinson, J, Fermín, Sandra Milena, Oscar su pequeño y fiel amigo, OscarAgudelo y Oscar Fernández y las niñas de Concepción, ¡ah! Y Manuel, ese magnífico joven de cabello negro y ojos gigantes que miraba el futuro con enmarañado acento. Una lista con piernas, torsos, ojos de pánico, entraban y salían de los camiones una y otra vez recogidos, recogidas, apaleados, apaleadas, insultados, insultadas, puestos y puestas en falaces libertades, asesinados, asesinadas,recogidos, recogidas, apaleados, apaleadas…
No se trata de los acontecimientos que enmarcan un golpe de estado, el advenimiento de una dictadura, un momento coyuntural. Había sido nuestra rutina, la de ella, su mano-memoria y la de el durante más de tres decenas, buscar jóvenes en las estaciones, en aquel barrio siempre en guerra, de un país que vivía todos los días un antiguo y permanente golpe deestado.
Aunque ella, la mano que abriga sus articulaciones inflamadas por la humedad de aquel barrio improvisadamente ubicado en la montaña, mencionó únicamente a Luisa, Ernestito y sus pantalones caídos y Brian y su colección de cacharros descompuestos, de alguna manera jamás dejaba de mencionarlos a todos y todas. Ella es su memoria, la imposibilidad del descuido. Tendríamos que levantarnos, su...
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