Weber Y E

133

Las aulas
desencantadas:
Max Weber
y la educación

_______________________

Eduardo Terrén

axWeber ha sido presentado

WM

en la exponente
encrucijada, comoliberal
el último
de una generación que todavía tuvo acceso a
la vivencia del mundo intacto anterior a la
Oran Guerra y que presenció atribuladamente su decadencia (Mommsen, 1981). A pesar de
su afirmación en el ethos burgués y de susconvicciones liberales, Weber no pudo compartir el optimismo ni la confianza en la bonanza
del capitalismo que el liberalismo de generaciones anteriores había heredado de la filosofía
del progreso ilustrada. La cultura pedagógica con que el humanismo y la Ilustración
habían impregnado el discurso de la modernidad había forjado una imagen intelectual del
mundo en la que la ciencia era capaz deproducir caminos hacia la utopía y la educación
era la encargada de asegurar las condiciones de
1. Weber, sin embargo, comprensu
diórecorrido
el cambio histórico a partir de una dialéctica entre lo carismático y lo burocrático en
la que el predominio de este último no le permitía albergar apenas esperanza alguna de que
las instituciones educativas pudieran alentar
una cultura ética y política capaz derevivir
unos impulsos ideales de libertad e iniciativa
individual que pudieran compensar el trágico
destino de un «aniquilamiento mecánico». La
educación aparece, así, en Weber, como una
institución políticamente muerta, en la que
el carisma es un mero vestigio; una institución desencantada que ha agotado su capacidad de impulso utópico ahogada en la coacción objetiva que deriva de su propiodesarro1102.
Weber asoció siempre la significación sociológica de los objetos estudiados a su perspectiva histórica. Esta es la razón por la cual el
estudio del significado de la educación dentro
de su teoría de la cultura se ha de plantear
primeramente desde la perspectiva de su
teoría de la racionalización, máxime si se
acepta que dicha teoría proporciona la más
importante versión de la constitucióncultural
de la modernidad (Callinicos, 1989: 33)3. La
burocratización de la relación pedagógica será una pieza más dentro de este engranaje en
el que la peculiar alianza del estado y la cultura (cierta cultura) será la pricipal causa de

Eduardo Terrén. Dpto. de Sociología, Universidad de Salamanca.
Política y Sociedad, 2i (¡996), Madrid (pp. 133-l48)

134
que la vida social se aleje cada vez másde las
formas de vida y saber individualmente significati vas.
Pero el analisís del papel de la educación en
la teoría de la racionalización cultural de Weber es también relevante por otro motivo: por
la relación que guarda con lo que, en sus propias palabras, podríamos llamar el «sentido vivido» de su experiencia como horno acadernicus
en un contexto de crisis. Y es que Weber fue,
ante todo, unprofesor universitario, pero también un intelectual preocupado por la cosa pública que, pese a insistir en que la política no
tenía cabida entre las paredes de un aula, mostró constantemente una especie de nostalgia de
la política, una «nostalgia de los tiempos en
que el conocimiento no era un mero eslabón
de una cadena sin fin, sino plenitud y realización» (Aron, 1984: 20). Gran parte de estanostalgia puede explicarse, quizá, por el hecho
de que la política residía para Weber en
una esfera irrreconciliable con la de la ciencia. A diferencia de lo que ocurría con la élite
intelectual ilustrada, en Weber no existe una
filosofía de la historia que permita dictar un
curso de acción; su esquema de la historia no
es normativo. La república de las ciencias y las
letras no podrá ser nunca, portanto, la república realmente existente. Análogamente, la
representación de la cultura deja de ser esencialmente normativa para adquirir un carácter existencial. En este sentido, como veremos Weber es exponente de una inteíectualidad fluctuante e impotente para la que la
educación (desligada ya de una acepción netamente aristocratizante de la Bildung) quedaba escindida de todo proyecto político...