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“Siento cercana la fatiga de la muerte. Es hora de pensar cómo he vivido…
El recuerdo de mi niñez, transcurrida en un pueblo de las misiones, rodeado de selva y río, poblado de guaraníes, me llevaal ansia de pasar mis últimos días en mi Patria. Un imposible…
Mi juventud…
Serví al ejército español hasta 1811 ¡veinte años de honrados servicios! Sin embargo, se adueñó de mí el espírituamericano. Abandoné fortuna y esperanzas y volví a mi Patria para contribuir a su libertad.
Llegué a Buenos Aires a principios de 1812 y desde entonces me consagré a la causa de América. Su independencia hasido el único pensamiento que me ha preocupado: ¡si fuésemos libres todo nos sobraría!
No esperé recompensas por mi fatiga y desvelos.
El mismo año conocí a la que luego sería mi esposa, María delos Remedios de Escalada. Esa mujer de edad y estatura pequeñas, me dejó prendado.
El día en que la conocí, al cruzarse nuestras miradas, pensé: “Esa mujer me ha mirado para siempre”. Poco tiempoduró nuestro noviazgo, ¡apenas cinco meses!
Nos casamos y partí hacia Mendoza ¡la formación de un ejército patriota me esperaba!
Tiempo después llegaría mi esposa quien desde entonces fue el alma dela casa: organizaba reuniones, recaudaba lo que la gente donaba para ayudar el ejército que necesitábamos.
Para completar esos días felices nace, en 1815, nuestra única hija: Mercedes.
El servicioa mi Patria, me llevó nuevamente lejos de mi compañera. ¡Quién iba a pensar en lo que sobrevendría a mi partida hacia Chile! Mi amiga, mi esposa, enferma de tuberculosis. En un estado gravísimo lallevan a Buenos Aires junto a un ataúd por si moría en el viaje. Una custodia de soldados, ordenada por mi buen amigo Belgrano, la escolta en el trayecto.
Tiempo después me llegan noticias de queRemedios me reclama, pero Rivadavia me niega el permiso para trasladarme. También se habla de una emboscada que me han tendido para asesinarme.
No puedo ir y Remedios muere, lejos y sola. Toda mi...