West Morris El Navegante

Páginas: 481 (120230 palabras) Publicado: 14 de agosto de 2015


Morris West
El Navegante








Este libro es para aquellos que,
Niños todavía,
Puestos ya ante el portal de la medianoche
Soñamos con la aurora





Alguna isla
Sobre la que pesa el silencio del mar...

Robert Browning
Pippa Passes, Parte II


...Tal como era en el comienzo
es ahora, y será siempre
por los siglos de los siglos.

Doxología


En 1882, el agente de Lloyd's en Rarotongainformó de la supuesta existencia de las Haymet Rocks, a unas 150 millas al sur-suroeste de Rarotonga... Sin embargo, este informe podría haberse originado en la isla perdida de Tuanaki, que parece haber existido en esas inmediaciones, pero en la actualidad ha desaparecido.

El Fabert, cuando buscaba una isla que según informes existía en esas inmediaciones, pero que no pudo llegar a ver, registró unaprofundidad de 125 metros a los 24° 07' de Lat. sur y 158° 33' de long. oeste.


(Pacific Islands Pilot, Volumen II, 9.a edición, 19ó9, página ó5, parágrafos 25 y 30.)


UNO


SOBRE LA BLANCA PLAYA de Hiva Oa, mirando hacia donde nacía la luna y hacia las rompientes que se formaban en el arrecife exterior, Kaloni Kienga, el navegante, estaba sentado en cuclillas bajo una palmera, haciendo dibujossobre la arena. Era un hombre viejo ya, y sagrado; más sagrado incluso que el jefe, porque conocía todos los secretos del mar: cómo susurraba el viento antes de un gran vendaval, cómo se desviaban las corrientes al pasar junto a éste o aquel atolón, cómo brillaba el te tapa, el resplandor subacuático, a diez brazas de profundidad, aunque a medianoche el cielo estuviera negro y sin estrellas.
Losdibujos que Kaloni hacía en la arena eran signos místicos, como los que llevaba tatuados en los brazos y en el pecho. Eran nombres pronunciados únicamente en el lenguaje ritual de los antepasados. La marea creciente los borraría, y el viento mezclaría las sílabas, de manera que sólo los hombres sagrados pudieran comprenderlas.
Para Kaloni Kienga, dibujar esas imágenes no era simple ociosidad. Eraun hacer, era la creación de aquello que había sido dispuesto por el destino, soñado, llamado a suceder mucho, mucho antes de que la semilla de su ser hubiera sido depositada en el vientre de su madre. Los sucesos que él simbólicamente dibujaba debían ser, y llegarían a ser; para él no había posibilidad de cambiarlos, como tampoco la había de levantar el dedo de la arena mientras su obra no hubierasido terminada.
La luna que esa noche se elevaba sería la luna de la muerte. Un día, mientras ella saliera nueva y joven, con ella llegaría el barco, atravesando como un fantasma el canal, desplegadas las velas como las alas de un ave marina, perseguido por el viento de la noche. Kaloni oiría restallar las lonas mientras la nave se acercara a impulsos de la brisa, el chirrido de los cablesmientras descendieran el ancla en la laguna. Y la vería, aguafuerte negro y despojado contra la hoz de la luna, aquietarse con el peso del ancla, sobre el reflejo de las luces amarillas en el agua ociosa. Oiría las voces de la tripulación y después el silencio, cuando los hombres descansaran del largo mecimiento del océano. Y después, desde el silencio, desde el agua, terso como un pez de plata, vendríahacia él un hombre; el prometido, el compañero de viaje que debía llevarle en su última travesía, hacia la última recalada, la cuna de los vientos alisios.
Su llegada era tan segura como la salida de la luna. Y también la recalada era segura: el puerto de todos los navegantes, el hogar de refugio que les esperaba bajo la órbita de Sirio, bajo la negra senda brillante del dios Kanaloa. KaloniKienga dibujó el último símbolo en la arena, el símbolo del espíritu guardián que le saludaría a su llegada y que le mantendría para siempre a salvo de invasión. Después inclinó la cabeza sobre las rodillas y durmió hasta que la marea, al subir, empezó a lamerle las plantas de los pies.

Esa misma noche, a 4000 kilómetros hacia el Noroeste, James Neal Anderson, director de Estudios Oceánicos de la...
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