wladimri

El mago de la cara de vidrio", como llama el escritor Eduardo Liendo a ese aparatico que sirve para lo bueno y para lo no tan bueno, siempre en función del uso que el hombre le dé, vino a sellar laverdad hoy tan mentada de que vivimos tiempos de imagen, tiempos de medios, tiempos de instantaneidad avasallante, más o menos representados en el televisor y en el poder que nos embarga cuando, yainstalados en nuestro particular Olimpo, o sea, en nuestra habitación, nos echamos en la cama con un saco de cotufas, con la bebida infaltable y, por supuesto, con el mágico control remoto.
Latelevisión es un bocado más que apetecible hoy en día porque no requiere, en apariencia, gran esfuerzo para disfrutar de ella. Basta el milagroso click y la caja de Pandora de esta modernidad desprende lasformas, sonidos y colores capaces incluso hasta de llamar la atención de un elefante. La televisión sencillamente sobrepasa con creces en tentación, por ejemplo, a un libro, entre otras cosas porqueúnicamente oír y mirar (ni siquiera escuchar y observar) acude de inmediato como trampolín impulsor a sus pies, en buena parte gracias a su promesa de entretenimiento fácil y de compañía fácil (fíjese quécurioso: sólo con mantenerla encendida muchos espantan, o creen espantar, la soledad).
El libro no puede competir con ella porque perdería ipso facto. El poder de penetración y de encantamiento rápidoque muestra el fulano mago no tiene parangón: se mete en las salas, en los comedores, en las cocinas, en los cuartos y hasta en los carros, siempre a la orden del insaciable dedo cazador deestaciones y siempre dispuesta las veinticuatro horas del día. En cambio, otorgar preponderancia, presencia y atractivo a los libros, hacerlos importantes en la vida de la gente, requiere estrategias, requiereeducar a su favor, enseñar de sus bondades y de su capacidad para hacer reír o llorar o rabiar. Requiere un trabajo continuo de promoción y estímulo hacia la lectura que muchos no realizan...