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La tisica
Una joven no mayor de 16 años, con ojos hundidos en tristeza y rostro enfermo, era la rara de la familia. Mis hermanas y yo solíamos ponernos serias cuando la veíamos, como si nuestros juegos dejaran de divertir y se convirtieran en tediosos momentos de soledad. Sus padres habían muerto en la guerra y ella había sufrido los estragos del hambre desquiciante; dejándola con una aparienciaacartonada y gris. Sus ojos ¡Que cristales! Como hielos formados en una cueva antigua con el agua más sucia imaginable, cafés y profundos cual pozos oscuros; perdidos en desolación y directos como rayos. No era soportable sostener la mirada con la suya, tendría  que ser una persona con anhelos maliciosos y concisos, con una completa frialdad hacia la vida, para poder mirar y sentirse cómodo antesemejante figura. Lo único que realmente sabíamos de ella era que estaba enferma, que tosía sangre constantemente, pero todos nos hacíamos los de la vista gorda, pues no era fanática de hablar de su condición; y por esto le decíamos, por obviedad a sus espaladas: la tísica.
A pesar de su singular presencia ayudaba en lo que podía, en cualquier oportunidad hacia algo de buena fe. Aunquequisiéramos, no encontrábamos el sentimiento de gratitud que se tiene cuando alguien muestra por ti ese interés. Se nos hacía imposible adivinar sus pensamientos y sobre todo, el porqué de sus acciones. 
 Nos encontrábamos en la casa de la familia, singular mansión atiborrada de cuartos sin descubrirse, pasadizos secretos y sótanos gigantes. Las paredes están repletas de cuadros antiguos con imágenesbélicas y clásicas. La planta baja consiste de un recibidor, dos salas grandes, un comedor gigantesco, y dos cocinas. Saliendo de la primera cocina, por la parte trasera están las escaleras de servicio, conducen al resto de la casa, y junto a ellas hay un lúgubre bañito blanco con tecnología del siglo antepasado. Al final del pasillo de las escaleras y el bañito se encuentra la entrada al sótano máschico.
Cada navidad se quedaba en la casa con mis tías, dos señoras de edad avanzada que vivían solas en la lúgubre residencia y se sostenían en pie gracias a sus ayudantes, todos hombres, y a sus perros, siete perros de los cuales obtenían el amor suficiente para seguir sonriendo.
Su cuarto era el de la bisabuela, lugar donde murió ella y más adelante mi bisabuelo Manuel. El cuarto consiste de unacama grande con pilares altos y una cubierta polvosa de terciopelo azul. Un closet muy grande de madera brillante y tallada con figuras angelicales. El tocador todavía tiene los utensilios de belleza que no se han tocado desde hace más de veinte años; y las cortinas altas, gruesas y elegantes dejan apenas pasar la luz. El lugar perfecto para que descanse la tísica.
 Era tradición ir a pasar lasfiestas navideñas, comer juntos; los adultos tomar una copa y los niños dedicarnos a la exploración de la casa. Fue la última vez cuando todo ocurrió. Al llegar nos abrió el portón la tísica, se silenció el habiente hasta que salió mi tía Fernanda a saludar, rompiendo así el grueso hielo que nos amenazaba con correr. Al entrar a la casa los perros se precipitaron a nosotros, o al menos esopensamos, pero sin notarnos siquiera se abalanzaron sobre la tísica, emocionados, ladrando y moviendo la cola. La tísica no sonrió, no hubo una pizca en su rostro o en sus movimientos que indicaran cariño; pero los llamó para darles de comer las sobras  del día anterior. Es difícil de explicar la sensación, no entiendes si es hipócrita o de verdad le interesa aunque sea una criatura en el mundo.
Todostomamos asiento en la sala, después de que cada quien tenía su respectiva bebida. Yo quería escuchar la plática de los adultos pero mis hermanas nos dejaban de hacerme molestas indirectas para ir a explorar. Por fin cedí, por costumbre al primer lugar donde nos dirigimos fue al sótano que está por el bañito.   
Bajamos por las angostas escaleras de madera hacia la oscuridad, al prender la luz...