Yasunari Kawabata
En el mismo instante en que ocurría la tragedia,las hojas de Yasunari Kawabata temblaban en la sombra del sueño. Horas antes había pasado El país de nieve por mis manos, como una celebración a mis amigos Ednodio Quintero, Gregory Zambrano y SilviaGonzález, recién llegados del país de las violetas, caídas del “tronco del viejo arce” donde “habían florecido”, como las vio Chieko al comienzo de la novela Kioto (Ediciones G.P., 1970, Barcelona,España). Supe de esa lengua de gigante, sucia y cargada de escombros, de restos de naufragios antiguos, de casas, vehículos, aviones y sonidos indescriptibles, de asombros desde los ojos mudos.Entonces, como si atendiera a un llamado me llegaron en recuerdo estas líneas de Kawabata:
Cada primavera, en las pequeñas hendiduras del tronco, las matas echaban hojas y daban flores, casi siempre tres,cinco a lo sumo, cada una. Cuando las violetas hacían su aparición, cada vez que Chieko las miraba desde el porche o desde el pie del árbol, sentía en su corazón una sensación de soledad.
“Aquínacieron, aquí viven y vivirán...”.
También morirán, pero no para siempre. Un silencio pastoso cobijó la mañana de las primeras imágenes de la muerte. Japón era un poema trágico, un haikú momentáneo, un...
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