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Páginas: 17 (4211 palabras)
Publicado: 22 de marzo de 2014
LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS
A las seis de la mañana, hora celeste y mágica, la ciudad se levantaba de puntillas y comenzaba a dar sus primeros pasos. Una fina niebla disolvía el perfil de los objetos y creaba como una atmósfera encantada las personas que recorrían la ciudad a esa hora, diríase que estaban hechas de otra sustancia, que pertenecían a otro orden de cosas. Las beatasse arrastraban penosamente hasta desaparecer en los pórticos de las iglesias. Los noctámbulos, devueltos por la noche, regresaban a sus refugios envueltos en sus bufandas y en su melancolía. Los basureros iniciaban por la avenida su paseo siniestro, armados de escobas y de carretas. A esta hora se veían también obreros bostezando, policías dormidos contra los árboles, canillitas transidos de frío.Sirvientas sacando los cubos de basura. A esta hora, por último, como una especie de misteriosa consigna aparecían los gallinazos sin plumas.
A esa hora el viejo Don Santos se ponía la pierna de palo y sentándose en el colchón comenzaba a berrear.
-¡Efraín, Enrique! ¡A levantarse! ¡Ya es hora!
Los dos muchachos corrían a la acequia del corralón frotándose los ojos legañosos. Conla tranquilidad de la noche, el agua se había remansado y en su fondo transparente veían crecer las yerbas y deslizarse ágiles infusorios. Luego de enjuagarse la cara, cogía cada uno su lata y se lanza a la calle. Don Santos, mientras tanto, se aproximaba al chiquero y con una larga vara golpeaba el lomo de su cerdo que se revolcaba entre los desperdicios.
-¡Todavía te falta un poco,cochino! –decía-. Pero espérate no más que ya llegará tu turno.
Efraín y Enrique se demoraban en el camino, trepándose a los árboles para arrancar moras, o recogiendo piedras de aquellas filudas que cortan el aire y hieren por la espalda. Siendo aún la hora celeste llegaban a su dominio, una larga calle ornada de casas elegantes que desembocaban en el malecón.
Ellos no son los únicos. Enotros corralones, en otros suburbios alguien había dado la voz de alarma y muchos se habían levantado. Unos portaban latas, otras cajas de cartón: a veces era suficiente un simple periódico. Sin conocerse formaban como una especie de organización clandestina que tenía repartida la ciudad. Los hay que merodean por los edificios públicos, otros han elegido los parques o los muladares. Hasta losperros han adquirido sus hábitos, sus itinerarios, sabiamente aleccionados por la miseria.
Efraín y Enrique, después de un breve descanso, empezaban su trabajo. Cada uno escogía una acera de la calle. Los cubos de basura estaban alineados delante de las puertas. Había que vaciarlos íntegramente y luego comenzar la exploración. Un cubo de basura era siempre una caja de sorpresas. Se encontrabanlatas de sardinas, zapatos viejos, pedazos de pan, pericotes muertos, algodones inmundos. A ellos sólo les interesaban, sin embargo, los restos de comida. En el fondo del chiquero, Pascual recibía cualquier cosa y tenía predilección por las verduras ligeramente descompuestas. La pequeña lata de cada uno se iba llenando de tomates podridos, pedazos de sebo, extrañas salsas que no figuraban enningún manual de cocina. No era raro, sin embargo, hacer un hallazgo valioso. Un día Efraín encontró unos tirantes con que fabricó una honda. Otra vez, una pera casi buena que devoró en el acto. Enrique, en cambio, tenía suerte para las cajitas de remedios, los pomos brillantes, las escobillas de dientes usadas y otras cosas semejantes que coleccionaba con avidez.
Después de una rigurosaselección regresaba la basura al cubo y se lanzaban sobre el próximo. No convenía demorarse mucho, porque el enemigo siempre estaba al acecho. A veces eran sorprendidos por las sirvientas y ellos tenían que huir. Lo más grave, sin embargo, era la aparición del carro de la Baja Policía. Esto les significaba la pérdida de la jornada. El camión pasaba lentamente, pero los basureros se derramaban por la...
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