En las cercanías del bosque se descubría una humilde cabaña donde vivía un matrimonio de leñadores con sus 2 hijos pequeños: Hansen que así se llamaba el niño y Gratel, la niña. Los habitantes de aquella comarca estaban atravesando un mal año y, a pesar de que el pueblo entero ponía mucho empeño para superar la situación, todos sufrían necesidades. La pareja de leñadores estaba muy preocupadaporque no les alcanzaba el dinero para mantener a sus hijitos. Por eso, una noche, tras mucho cavilar, el matrimonio decidió, antes de ver padecer a los niños, dejarlos en el bosque, donde tal vez encontrarían bayas y frutos silvestres con que alimentarse. Los chicos, que aún no estabandormidos, escucharon el dialogo y, apenados por la decisión tomada, pensaron en la manera en que podrían retornar al hogar. Hansen recordó que el piso del cuarto donde su papa guardaba sus herramientas de trabajo estaba tapizado de unas piedrecitas blancas que brillaban en la oscuridad y se le ocurrió una idea. Cuando el sueño reino en la casa, se levantó de puntillas, abrió la puerta y corrió hasta elcuartito. Rápidamente junto varios puñados de dichos guijarros, los guardo en una bolsita y enseguida volvió a la cama. Al alba, la familia se preparó para salir a trabajar. Emprendieron la marcha en fila al interior del bosque. Hansen, con su bolsa al hombro y en último lugar, fue arrojando las piedras y formando así un caminitoblanco. Al llegar a un claro se detuvieron. Los padres pidieron a sus hijos que juntaran ramas secas mientras ellos se internaban en buscar de mejor madera. Mientras los chicos estaban entretenidos haciendo montículos de ramas, no advirtieron cuando los padres, con gran pena en sus corazones, iniciaron el regreso a la cabaña. Al caer el sol, los hermanitos descubrieron que se hallaban solos.Gratel comenzó a llorar, pero Hansen la consoló y le mostro el sendero que los condujo a su casa. Al verlos llegar, sus avergonzados papas los abrazaron con cariño y compartieron con ellos lo poco que tenían. Los días que siguieron aumentaron susdesdichas y, ya sin nada más que ofrecerles a sus hijos, decidieron dejarlos nuevamente en el bosque. Hansen, que había oído todo, otra vez quiso ir a recoger las famosas piedras, pero no pudo hacerlo porque la puerta de la vivienda estaba cerrada con el cerrojo. Sin asustarse, volvió a la cama convencida de que ya se le ocurriría algo. Al amanecer del siguiente día, la mamarepartió los últimos panecillos y todos juntos en fila se encaminaron al bosque. Hansen desmenuzo su pan y cada tantos pasos fue arrojando miguitas al suelo y formando un improvisado sendero. Claro que no se dio cuenta que los pájaros del lugar iban siguiéndolo y comiendo las preciadas migas sin dejar rastro. Al mediodía, la familia se detuvo a descansar. Los padres pidieron a los niños que sequedaran allí al abrigo de una pequeña fogata, mientras ellos iniciaban la labor. El calor de la hoguera y el cansancio de la larga caminata pronto adormecieron a los chicos. El matrimonio, silencioso y amargado, retorno a la casa. No bien los hermanos bien despertaron de la imprevista siesta, descubrieron que estaban solos y buscaron el camino de migajas que los llevaría a su hogar. Pero,… ¡Este habíadesaparecido! Sin desesperarse y tomados se la mano, los chicos escogieron un sendero que los condujo a lo más profundo del bosque. Los animalitos silvestres que los veían pasar sentían gran tristeza por el destino de nuestros pequeños amigos. Al cabo...
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