Zapping a La Infancia
ZAPPING A LA INFANCIA
El vínculo adulto‐niño: una asimetría en crisis Noemí Allidière
“Los padres educan a los niños como los príncipes gobiernan a los pueblos”. Françoise Dolto “En apariencia, la protección de los niños está avanzando y las declaraciones y las promesas se concentran en torno a la próxima frontera del año dos mil, pero la ayuda más elemental para la infancia sigue siendo la siguiente recomendación: no te creas lo que te dicen, sino lo que te hacen”. José Mauel Martín Medem
Fundamentación teórica.
La tesis principal que se plantea en este trabajo es que: La globalización de la economía y los mercados, conjuntamente con la ilusión de hegemonía cultural y social que los medios masivos de comunicación tienden a generar, se reproduce, a nivel psicológico, en una percepción homogeneizada de las etapas evolutivas de la vida humana. Percepción en la que tienden a borrarse las diferencias entre las categorías psicosociológicas niñez y adultez. Como observación complementaria se enuncia la posibilidad de establecer un paralelo entre el apartamiento del Estado (a partir de las “políticas de ajuste”) de sus funciones tutelares de protección y cuidado de los pueblos (garantía de trabajo‐ atención de la salud‐ educación‐ seguridad‐ justicia) y el déficit en las funciones de sostenimiento y contención de niños y jóvenes que se advierte, actualmente, por parte de instituciones, padres, docentes y adultos en general.
De la orfandad del hombre en la posmodernidad. [1]
A nivel “sociológico” [2] el hombre de la posmodernidad ha quedado huérfano. Profundamente huérfano. No sólo de Dios y de Rey, como le ocurriera al hombre moderno con el desarrollo de las ciencias (y su exagerado optimismo racionalista), y la formación de las Naciones (con la emergencia de las ideas republicanas); sino también, huérfano de Estado (al desaparecer el Estado de Bienestar) y huérfano de un “patrón” (a partir de la crisis “terminal” en que ha caído el trabajo). Patrón que si bien tendía a ofrecer relaciones más “paternalistas” que paternales (en oportunidades, sesgadas hacia modalidades vinculares de dominio‐sometimiento), implicaba siempre la posibilidad de establecer vínculos reconocibles, personalizables y favorecedores de sentimientos de identidad y pertenencia.
En la actualidad ese patrón identificable, ha sido reemplazado por las anónimas y despersonalizadas Organizaciones Corporativas que no estimulan filiaciones personales. O, en muchos casos, y debido a la falta de trabajo y la consecuente desocupación que afecta mundialmente a las generaciones en edad productiva, este “patrón” no ha sido, siquiera, reemplazado. A nivel más específicamente “psicológico”, la profunda orfandad del hombre y de la mujer, cronológicamente adultos de la posmodernidad se ve, además, potenciada, por la inoperancia en que han caído sus propios modelos parentales y filiales internalizados desde la infancia. Inoperancia que los descalifica para ser usados como patrones en la relación actual con sus propios hijos, ya que se trata de estilos de parentalidad y filialidad que fueron moldeados según las pautas de un mundo que ha desaparecido. Un mundo perdido detrás de la aceleración del tiempo social producida por el desmesurado desarrollo de la tecnología y que ha sido reemplazado por otro sin lugar para ideologías utópicas que otrora permitían ilusionarse con la idea de un futuro más propicio. Un mundo en el que las nociones de proceso y devenir fueron sustituidas por la exaltación del instante, de lo fugaz o, al decir de Lipovesky, por el “reinado de lo efímero”.[3] ...
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