Zoncera N 1 Jauretche
todas —hijas, nietas, bis nietas y tataranietas. (Los padres son distintos y de distinta época —y
hay también partenogénesis—, pero madre hay una sola y ella es la que determina la filiación).
Esta zoncera madre es Civilización y barbarie. Su padre fue Domingo Faustino Sarmiento, que la trae en las primeras páginas de Facundo, pero ya tenía vigencia an tes del bautismo en que
la reconoció como suya.
En Los profetas del odio y la yapa digo de la misma:
“La idea no fue desarrollar América según América, in corporando los elementos de la
civilización moderna; enrique cer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América trasplantando el
árbol y destruyendo lo indígena que podía ser obstáculo al mismo para su crecimien to según
Europa y no según América”. “La incomprensión de lo nuestro preexistente como hecho cultural
o mejor dicho, el entenderlo como hecho anticultural, llevó al inevitable dilema: Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civili zado. Civilizar,
pues, consistió en desnacionalizar —si Nación y realidad son inseparables—.”
Veremos de inmediato, en la zoncera que sigue —el mal que aqueja a la Argentina es la
extensión— cómo para esa mentalidad el espacio geográfico era un obstáculo, y luego, que era
también obstáculo el hombre que lo ocupaba —español, crio llo, mestizo o indígena— y de ahí la autodenigración, y cómo fueron paridas y para qué convertidas en dogmas de la civi lización.
Carlos P. Mastrorilli en un artículo publicado en la revis ta “Jauja” (noviembre, 1967) analiza dos
aspectos esenciales de la mentalidad que se apoya en esa zoncera:
“En la íntima contextura de esa mentalidad hay un cier to mesianismo al revés y una irrefrenable vocación por la ideo logía. Por el mesianismo invertido, la mentalidad colonial cree que todo lo
autóctono es negativo y todo lo ajeno positivo. Por el ideologismo porque prefiere manejar la
abstracción conceptual y no la concreta realidad circunstanciada”.
El mesianismo impone civilizar. La ideología determina el cómo, el modo de la civilización. Ambos coinciden en ex cluir toda solución surgida de la naturaleza de las cosas, y buscan
entonces, la necesaria sustitución del espacio, del hom bre y de sus propios elementos de
cultura. Es decir “rehuir la concreta realidad circunstanciada” para atenerse a la abstracción
conceptual.
Su idea no es realizar un país sino fabricarlo, conforme a planos y planes, y son éstos los que
se tienen en cuenta y no el país al que sustituyen y derogan, porque como es, es obs táculo. Que la oligarquía haya creído un éxito definitivo de la zoncera Civilización y barbarie, lo que
llamó “el progreso” de la última mitad del siglo XIX y los años iniciales del presente, ha sido
congruente con sus intereses económicos. Alienada al desarrollo dependiente del país, su
prosperidad momentánea le hizo confundir su propia prosperidad con el destino nacional. Había por lo menos una constatación histórica que pare cía justificar el mesianismo y la
ideología liberal de la oligarquía. El problema se le plantea a ésta ahora, cuando el cambio de
condiciones internas y especialmente externas, por el aumento de población y su nivel de vida,
y la situación en el mercado mundial de la economía de intercambio comercial fundada en el precio, por la economía mercantil, se destruyen las bases de la estructura primaria de
intercambio de materias primas por materias manufacturadas, pues así como hay imperios que
pierden sus colonias, hay colonias que pierden su imperio, cuando dejan de serles necesarias a
éste.
Ahora, como ya no puede confundir su éxito propio y mo mentáneo con el destino de la gran ...
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