A la Bim Bom Bao
Primera impresión—La plazuela de San Victorino—El mercado de Bogotá—La España de Cervantes—El callo—La higiene—Las literas—Las serenatas—Las plazas—Población.
La elefantíasis—El Dr. Vargas Las iglesias--Un cura colorista—El Capitolio—El pueblo es religioso—Las procesiones - El altozano—Los políticos—Algunos nombres-La
crónica social—La nostalgia del altozano.
La primera impresión querecibí de la ciudad
de Bogotá fue rns curiosa que desagradable. Naturalmente, 110 me era permitida la esperanza de
encontrar en aquellas alturas, á centenares de leguas del mar, un centro humano de primer orden.
Iba con el ánimo hecho á todos los contrastes, á
todas las aberraciones imaginhles y con la decidida voluntad de sobrellevar con energía los inconvenientes que se me presentaran en minueva
vida. Por tina evolución curiosa de ni¡ espíritu,
mi primer pensamiento, cuando el carruaje empezó á rodar en las calles de la ciudad, fue para ci
regreso. ¡Qué lejos me encontraba de todo lo míul
Atrás quedaban las duras jornadas de mula, los sofocantes días del Magdalena y la pesada travesía
en el mar. Habría que rehacer la larga ruta nuevamente! Confieso que esa idea me haciadesfallecer.
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MOTAS DE VIAJE
La calle por donde el carruaje avanzaba con
dificultad, estaba materialmente cuajada de indios.
Acababa de cruzar la plazuela de San Victorino,
donde había encontrado un cuadro que no se me
borrará nunca. En el centro, una fuente tosca,
arrojando el agua por numerosos conductos colo•
c;tdos circularmente. Sobre una grada, una gran
cantidad de mujeres delpueblo, armadas de una
caña hueca, en cuya punta había un trozo de cuerno que ajustaban al pico del agua que corría por
el caño así formado, siendo recogida en una án.
fora tosca de tierra cocida. Todas esas mujeres tenían el tipo indio marcado en la fisonomía; su traje
era una camisa, dejando libre el tostado seno y los
: brazos . y una saya de un paño burdo y oscuro. En
Ja cabeza unpequeño sombrero de paja; todas
descalzas.
Los indios que impedían el tránsito del carruaje,
tál!era su número, presentaban el mismo aspecto.
Mirar tino, es mirar á todos. El eterno sombrero
de paja, el poncho corto, hasta la cintura, pantalones anchos, :1. media pierna y descalzos. Algunos,
conel par de alpargatas nuevas, yá mencionado,
cruzado la cintura. Una inmensa cantidad de pequeños burroscargados de frutas y legumbres....
y tina atmósfera pesada y de equivoco perfume.
Los bogotanos se reian.más tarde cuando les
narraba la impresión de tui entrada y me explicaban la razónHahíailegado en viernes, que es día
BOGOTÁ
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de mercado. Aunque éste está abierto toda la semana, es los jueves y viernes cuando los indios agricultores de la sabana, de la tierra caliente yde los
pequeños valles allende la montaña que abriga á
Bogotá, vienen con sus productos á la capital. El
mercado de Bogotá, por donde paso en este momento y cid que diré algunas palabras para no
ocuparme más de él, es seguramente único el) el
inundo por la variedad de lo.s productos que allí se
encuentran todo el año. Figuran, al lado de las
frutas de las zonas templadas, la naranja, elmelocotón, la ma uza na, la pera, uvas, melones, sandías,
albericoques, toda la infinita variedad de las frutas
tropicales, la guanábana, el mango, el aguacate, la
chirimoya, la granadilla, el plátano.....doscientos
más cuyo nombre no me es posible recordar.
Las primeras crecen CI) la Sabana y en los valles
elevados, cu ya temperatura constante (de 13 fi J50
cerd.) es aniloga fi la de Europa y£. la nuéstra.
Las scgun :ias brotan en lit caliente, para
llegar íi la cual no hay más que descender de la
Sabana tinas pocas horas. Así, todas las frutas
de la tierra ofrecida simultáneamente, todas frescas, deliciosas y casi sin valor venal. ¿No es un
fenómeno único en el mundo? Un indio de la Sabana puede darse en su comida el hijo fi que sólo alcanzan los más poderosos magnates rusos...
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